Marta Obregón nació en La Coruña el 1 de marzo de 1969. Criada en el seno de una familia profundamente cristiana, durante sus 22 años de vida demostró ser alguien “absolutamente excepcional”. Así la define Saturnino López Santidrián, postulador de la causa de beatificación de Marta, asesinada el 21 de enero de 1992 por el conocido ‘violador del ascensor’, quien asestó 14 puñaladas a esta joven en Burgos cuando se resistió a la agresión por defender la virtud de la castidad.
“El padre de Marta tuvo la valentía, al salir del funeral, de dar las gracias a todos los presentes y decir que en su corazón no tenía odio”, dice López a Vida Nueva. “Marta era tan abierta y tan generosa que estoy seguro de que habría perdonado a su asesino”, asevera.
Si bien la causa de Marta comenzó en 2011, Saturnino López ha recogido en el libro ‘Marta Obregón. Hágase. Yo pertenezco a mi amado’, que se ha presentado hoy, 24 de octubre, distintos testimonios y documentos de la vida de una joven “espontánea, alegre, comunicativa, deportista y, sobre todo, llena de inquietudes espirituales”. Unas inquietudes que han hecho que, si bien Marta no es la “única mujer víctima de algo similar”, se haya puesto en marcha el proceso de beatificación. “De hecho, ya está considerada como sierva de Dios, que es el primer paso”. En cuanto al proceso, Saturnino explica “que está muy próximo a concluir, en un plazo de uno o dos meses si todo va bien”, y después la causa será llevada a Roma. La joven formaba parte del camino neocatecumenal, y como tal “sería la primera beata del movimiento”.
Una vida dedicada a Dios
“Su sueño era ser periodista, ser famosa… tenía muchas cualidades”, apunta. “Pero llegó el momento, después del típico bache de fe de la juventud, en el que, después de una confesión, volvió plenamente a Dios”, explica. “Una vez se encontró con el sacerdote del centro donde realizó el bachiller, y él le preguntó que qué tal sus deseos de ser periodista, y ella le contestó que solo pensaba en Dios”, señala. Una vivencia espiritual que Marta enfocaba en una “gran generosidad con todo el mundo” y “mucho valor a la hora de defender los ideales cristianos“, ya que muchas veces esto resultase complicado, sobre todo en la universidad.
“Marta quería ayudar a los demás, ser misionera itinerante”, señala. De hecho, este fue el motivo por el que Marta rompió con su novio, un joven profundamente cristiano al que conoció en la boda “de una de sus hermanas” pero que no compartía con ella la vocación misionera. Años después, “este muchacho dice que Dios le retiró un amor tan fuerte como el que sentía por Marta, ya que no podría haber soportado lo que pasó después”. Y es que se volvieron a encontrar durante la Navidad de 1991, “y él quiso volver con ella, pero no pudo ser”.
Marta fue asesinada apenas un mes después, cuando volvía de un centro al que solía acudir a estudiar y hacer oración. “Lo último que hizo antes de morir fue media hora de oración de rodillas ante el sagrario”, dice López. “Le había dicho a la encargada del centro que estaba segura de que alguien la seguía”, apunta.