Los Hermanos de la Cruz Blanca hacen realidad el ‘apostolado de la oreja’ con un Centro de Escucha en Huesca

  • Ana Gota, directora del centro, explica a Vida Nueva que “mucha gente tiene la necesidad de hablar y sentirse escuchada”
  • A través del ‘counselling’, ayudan a los usuarios a “identificar qué les ocurre para que encuentren una solución”

Casa de Escucha de la Cruz Blanca en Huesca

Imagínese que está pasando por un momento difícil como tantos otros que, probablemente, ya haya atravesado a lo largo de su vida. La muerte de un familiar, una enfermedad, un desengaño o la pérdida de su empleo. Ahora plantéese cómo logró superarlas y, sobre todo, cómo le ayudaron las personas que tenía alrededor tan solo con escucharle.

Es precisamente en el apoyo, en la cercanía, en el no sentirse solo donde está la clave, muchas veces, del cambio. De esta premisa es precisamente de la que nació, después de muchos años de escucha a distintos colectivos, el Centro de Escucha Javier Oses de la Cruz Blanca en Huesca. “Mucha gente se acercaba a nuestros recursos con la necesidad de hablar y sentirse escuchados”, dice a Vida Nueva Ana Gota, directora de la Casa Familiar, de la que forma parte el centro.

Debido a esta necesidad común a todas las personas con las que trataban, ya fueran mujeres que ejercían la prostitución, personas con discapacidad, reclusos o ancianos, decidieron “dignificar esa labor”. Así, a través de un equipo de profesionales y voluntarios formados en ‘counselling’, una disciplina enfocada en ayudar a la gente a solucionar conflictos por medio del acompañamiento, se practica la “escucha activa en procesos de soledad no deseada”. “Se trata de que la persona identifique qué le ocurre y pueda, con ayuda de su interlocutor, hallar la solución”, explica Gota.

Intervención en la “soledad no deseada”

El centro está dirigido a todas aquellas personas que, por diversas razones, tienen “menos oportunidades de llevar una vida normalizada”, es decir, desde personas con discapacidad, que estén atravesando dificultades económicas o familiares, entre otras.“Es algo muy habitual que podemos vivir cualquiera de nosotros, desde personas mayores cuyos hijos se han ido de casa, hasta alguien que ha perdido a un ser querido, ha sufrido un cambio brusco en su vida o, por ejemplo, que están viviendo un proceso de dolor porque un familiar ha sido diagnosticado de una enfermedad”, añade.

“Es en la soledad no deseada en lo que intervenimos, en ese proceso de dolor”, aunque aclara que, en caso de detectar que la persona necesita ayuda psicológica, inmediatamente se le deriva a un profesional. “Las personas que vienen al centro no buscan solo hablar y ser escuchadas, sino notar empatía por parte del interlocutor hacia la emoción que están sintiendo”, apunta. Unas emociones que “pueden ser diferentes en todas las personas aunque el hecho que las desencadene sea el mismo”.

Vivimos en un tiempo en el que, si bien parece que estamos cada vez más conectados unos con otros, “la soledad sigue siendo la misma”. “A lo mejor lo que nos falta es el apoyo emocional, la conexión profunda”, señala Gota, ya que, si bien “podemos estar rodeados todo el día de compañeros de trabajo o conectados a las redes sociales”, lo cierto es que “a lo mejor no hemos podido expresar en todo el día nuestras emociones, no hemos podido decirle a nadie cómo nos sentimos”.

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