JUEVES 25. Pablo D’Ors presenta ‘El estupor y la maravilla’ en el Thyssen. Un museo para ponerse en la piel del vigilante que no se limita a dejar pasar las horas, sino que contempla. “El binomio de mi vida es el arte y la religión”, se confiesa ante un auditorio completo, con un gran cupo de lectores que acuden con los deberes hechos. La fe latente en una novela que rompe con la desdicha del protagonista marginal, para darle la oportunidad de asombrarse, de empaparse de alegría. Experiencia ascética y estética: “Soy del cristianismo latente, ese que no hace ruido por fuera”.
VIERNES 26. De buena mañana, Rodríguez Olaizola toma la palabra en CONFER. Encuentro de comunicadores. Tira por la borda la tesis de que son más las resistencias que el viento a favor. Y eso que él sufre los prejuicios de los odiadores virtuales por decreto canónico. “La mayoría silenciosa sí que existe”, certifica, animando a buscar vías para que el anuncio del Evangelio deje de hacerse con modelos caducos.
SÁBADO 27. Consejo Diocesano de Pastoral. De estreno. Con una paridad no sé si pensada, pero real. El protagonismo más que necesario de la mujer. Es más, con una representación femenina notable en el comité permanente votada por todos y merecida por ellas. Poco a poco. Sin cuotas. Por méritos y sin barreras.
MARTES 30. A Fernando Giménez Barriocanal, el comunicado de la Santa Sede sobre Franco le pilla en un estrado del Club Siglo XXI. En plena disertación, desmintiendo uno a uno los mitos sobre los privilegios de la Iglesia en materia fiscal y educativa. Su respuesta ante el dislate gubernamental, fruto de su agilidad mental. Y de los callos de tanto ministro catado. “Roma locuta, causa finita”. También sale al paso de la campaña mediática para reavivar la lamentable lacra de los casos de abusos. Y lo hace con los pies en la parroquia: “Me estoy encontrando a muchos sacerdotes a los que estos días les están llamando cerdos pederastas. Me parece que no es el rostro de los 18.000 sacerdotes de este país”.
MIÉRCOLES 31. La dictadura de los cierres en la prensa. La portada se va antes que el interior. Sin que quede resuelto el vericueto de Carmen Calvo. Y peor. Sin el grito por la libertad de Asia Bibi. Merecería una portada. O dos. Ella y todas las “Asia Bibi” que siguen vejadas y ajusticiadas en silencio. Sin que nadie se entere. Sin que nadie pueda intermediar.