La URC (Unión de Religiosos de Cataluña) nace en el cruce de dos acontecimientos de gran importancia histórica: el postconcilio y el advenimiento de la democracia, frutos ambos de sueños y desafíos vividos también por la vida religiosa. Se constituyó en Barcelona el 29 de abril de 1980. Aglutinó a las CONFER masculina y femenina de Cataluña, que existían previamente por separado. La vida religiosa supo leer, con más esperanza que resistencia, la historia del momento desde un prisma conciliar. El advenimiento de la democracia requería actitudes nuevas, que se fueron gestando con sentido de anticipación. Una muestra fue la RAP (Reunión de Abades y Provinciales), que nació en 1966 y que sigue funcionando. Se trataba de encuentros informales con la intención de compartir preocupaciones y de situarse ante el futuro que se adivinaba. Los tiempos no eran fáciles. El discernimiento requería su tiempo para un cambio de mentalidad.
La vida religiosa en Cataluña abrió, a través de la URC, un nuevo espacio de comunión y diálogo. El conocimiento mutuo favoreció el entendimiento entre todos. El objetivo consistió en vivir a fondo la centralidad de Jesús y, a la vez, acentuar la colaboración en la misión de anunciar el Evangelio en un contexto cambiante y secular. La encarnación, que incluye la atención a la lengua, ha sido un criterio exigente que la vida religiosa consideró irrenunciable. Por eso, se procedió a buscar en la URC un sistema que, sin romper con el conjunto, lo dotara de personalidad propia para atender mejor las necesidades. Se decidió que en la junta directiva, la presencia masculina y femenina fuera paritaria, anticipando así las demandas actuales de la sociedad.
Estar en el mundo sin ser del mundo
La vida religiosa dedicó grandes esfuerzos para aplicar los mensajes conciliares, consciente de que cualquier cambio provoca resistencias… Cerrarse significaba elegir la seguridad y mantener un conflicto con el mundo, dejar de estar. Abrirse implicaba el riesgo de estar en el mundo pero dejándose devorar por él. La opción evangélica es clara: estar en el mundo sin ser del mundo. No siempre se encontró el equilibrio, a pesar de que se purificaron motivaciones con el paso de un cristianismo sociológico a un cristianismo, cada vez más, en diáspora.
Desde la constitución de la URC se han llevado a cabo muchos proyectos intercongregacionales, que compartimos con los laicos. Dos asambleas anuales, formación inicial conjunta, formación permanente, congresos, ejercicios, encuentros entre comunidades… Somos más conscientes de nuestra pobreza y fragilidad. Con luces y sombras, seguimos a Jesús, vivimos el pulso de la Iglesia como pueblo de Dios, nos comprometemos en misiones de frontera, nos encontramos en los márgenes de la sociedad y abrimos un canal de espiritualidad y trascendencia. Hoy tenemos nuevos retos y desafíos de grandes proporciones.