“El auténtico desarrollo humano posee un carácter moral y supone el pleno respeto a la persona humana, pero también debe prestar atención al mundo natural y tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema ordenado”. Jorge Mario Bergoglio dejaba así de claro en ‘Laudato si’’, su encíclica sobre ecología integral publicada en mayo de 2015, la necesaria apuesta por un crecimiento económico que luche contra las desigualdades y respete los recursos naturales.
Tres años y medio después de su aparición, aquel texto magisterial del papa Francisco sigue inspirando a quienes tratan de promover un desarrollo económico alternativo que no deje a nadie atrás ni expolie el medio ambiente. En una de las lecturas más interesantes que, hasta el momento, se han hecho de ‘Laudato si’’, un grupo de teólogos, economistas, científicos y estadísticos han elaborado una clasificación para medir el nivel de desarrollo de los distintos países según los criterios de ecología integral planteados por el Pontífice en su encíclica. Aglutinados por la Universidad Católica de Costa Rica, que ha creado el ‘Observatorio Laudato si’’ dedicado exprofeso a realizar este estudio, los expertos han elaborado el Índice de Ecología Integral Humanista (IEIH).
Su primera edición definitiva (con datos de 2017) fue dada a conocer en noviembre durante la presentación del libro ‘Laudato si’: el cuidado de la casa común, una conversión necesaria a la ecología humana’ (Biblioteca de Autores Cristianos). El acto tuvo lugar en la sede en Roma de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Finlandia es el primer país de la clasificación, seguido de Nueva Zelanda, Austria, Suecia y Canadá. España está en el décimo lugar mientras que la primera nación latinoamericana es Costa Rica, en el puesto número 20. Estados Unidos está colocada en el escalón 22, uno por encima de Uruguay, mientras que China está en el número 90, justo por debajo de Arabia Saudí. Los tres últimos Estados de la lista son República Centroafricana, Chad y Afganistán, que obtiene la calificación más baja de los 127 países estudiados.
Analizada el 93% de la población mundial
“El IEIH es una herramienta que mide de forma objetiva el desarrollo humano y ambiental de las naciones, a partir de un diálogo abierto y equilibrado entre los postulados del Santo Padre y las variables socioeconómicas que emplea habitualmente la academia para medir el progreso humano; con el propósito de medir cuánto se acercan o alejan las naciones del mundo a lo que el Santo Padre pide en su encíclica”, explica Fernando Felipe Sánchez Campos, rector de la Universidad Católica de Costa Rica y antiguo embajador de su país ante la Santa Sede.
El 93% de la población mundial (6.710 millones de personas) está englobada en el IEIH, que arroja algunos resultados llamativos. Hay varios casos positivos, como el de Estonia, colocada en octava posición pese a tener una riqueza per cápita más baja que otros países que le siguen en la lista. Está entre dos naciones que la duplican en ingresos. En una situación similar se encuentra Costa Rica, mientras que un caso contrario es el de Angola, que pese a tener una renta per cápita de más de 6.000 dólares, está en la clasificación entre naciones con ingresos por debajo de los 1.000 dólares.
En total, más del 55% de la población mundial, lo que supone más de 4.000 millones de personas, vive en condiciones inaceptables según los parámetros planteados en ‘Laudato si’’. Llama la atención que los criterios de bienestar humano sean más positivos que los que miden la parte medioambiental: un 34% de la población mundial (3.000 millones de personas) vive en condiciones no aceptables según las variables sobre el bien común, mientras que la cifra se dispara hasta el 64% (6.000 millones) de acuerdo a los postulados que tienen en cuenta el cuidado del medio ambiente. Para Sánchez Campos esta disparidad demuestra que el Papa “tiene razón en la urgencia de su llamado” para proteger la naturaleza.
Bien común ¿y/o? Casa común
Para elaborar el IEIH, han tenido en cuenta dos criterios. El primero es la medición de la preocupación de cada país por el bien común, construido según el bienestar colectivo existente y el que se consigue por medio de un eficiente crecimiento económico. Se contemplan, por tanto, variables como la satisfacción de las necesidades humanas básicas, la situación de la educación, la salud y el acceso a la información, así como el respeto a los derechos y libertades. También se mide la diferencia entre el valor del bienestar colectivo esperado según el PIB per cápita y el obtenido realmente. El segundo criterio seguido para elaborar el IEIH es el del cuidado de la casa común. Contempla, por tanto, el impacto del estado del medio ambiente en la salud humana, la vitalidad de los ecosistemas y la relación entre el consumo y la capacidad de la naturaleza de un territorio para regenerarse en un año.
El sacerdote costarricense Alexis Rodríguez Vargas, director del ‘Observatorio Laudato Si’’, considera que este índice es fruto del empeño de Francisco para conseguir que la ecología integral humanista consiga un “cambio de paradigma” en la sociedad actual. “Cuando empezamos a trabajar en esto, quisimos buscar cómo integrar la ecología con posturas que puedan ser entendidas en otros ambientes, en los que pesan la perspectiva matemática o pedagógica”, explica.
El IEIH nace con la ambición de ofrecer cada dos años información útil para que los países, las regiones, las diócesis y los habitantes de estos territorios puedan “reflexionar” sobre la situación de las áreas donde viven y “ver qué pueden hacer” para mejorar. “Dentro del mundo eclesial, podemos ver cómo se está desarrollando la pastoral en los diversos campos para comprobar si responde a este marco”, propone el director del Observatorio.
El IEIH cuenta con el apoyo de la FAO. En la presentación del libro en la sede en Roma, participó René Castro-Salazar, asistente del director general de esta organización de la ONU para el departamento de Clima, Biodiversidad, Tierra y Agua. Tras aplaudir la “dimensión ética” de ‘Laudato si’’, recordó que los países más pobres son solo responsables del 1% de las emisiones responsables del cambio climático, aunque son los que más sufren sus consecuencias. “El Papa tiene razón cuando dice que el hambre es un crimen y que la comida es un derecho inalienable de la persona. Tenemos la tecnología, los recursos y las posibilidades políticas para cambiar las cosas, pero necesitamos esperanza, fe y creer en la habilidad humana para hacerlo mejor”, concluyó el alto funcionario de la FAO.