Carmen Soto es Sierva de San José y acaba de presentar su tésis doctoral, que lleva por título ‘Relecturas de las figuras femeninas del Génesis en la escritura, homilías y comentarios de Orígenes’. En ella, explora la función y significado de los seis personajes femeninos que aparecen en el Génesis a la luz de los textos del que se considera uno de los principales precursores de la teología occidental.
Seis mujeres cuyo papel va evolucionando, pero no solo a lo largo del relato, sino que imprimen su rol a lo largo de toda la tradición hasta nuestros días, hasta reflejar el modo de ser cristiano. “Eva, por ejemplo, está asociada a elementos negativos, como el ser una figura secundaria frente a Adán”, explica Soto a Vida Nueva, mientras que Sara “es un modelo de conducta que se adapta al esquema patriarcal, ayudando su recuerdo a que las mujeres adquieran roles femeninos”.
Son, en definitiva, un ejemplo claro de cómo gran parte de la configuración identitaria de los orígenes cristianos se encuentra “anclada” en una “cultura patriarcal, la grecorromana”. Por este motivo, Soto señala que en el momento de expandirse, para el cristianismo “es muy importante no ser percibido como un grupo amenazador”, y eso se manifiesta “en el papel de las mujeres cristianas, que era muy distinto” al del resto de mujeres de la época. En definitiva, “el mensaje de Jesús fue perdiendo contraculturalidad a lo largo del tiempo” para acabar afianzándose al “contexto sociocultural”. Así, por “donde están sus raíces”, la Iglesia “tiene muchas posturas machistas en las que olvida que el mensaje de Jesús no hace diferencias”
Reflexionar sobre sus raíces
“Hay muchos textos en los que aparecen mujeres y a los que se les ha restado importancia o se ha hecho una lectura distinta en favor de otros”, asevera. Ejemplo de ello es el Génesis 1, que “habla de que Dios crea al hombre y la mujer a su imagen y semejanza”, pero sin embargo “se ha dado mucha importancia a otros textos que la supeditan a ella en el momento de la creación”.
“Hasta el siglo XIX no hay una postura de las mujeres de forma colectiva , y ahora mismo hay una conciencia generalizada” acerca de la discriminación de la mujer en muchos ámbitos sociales. “La biología no tiene que marcar una diferencia que justifique la subordinación de la mujer”, subraya.
Sobre estas raíces la Iglesia “ha ido desarrollando su estructura”, sobre la cual “tiene que reflexionar”. Si bien es cierto que Soto considera que Francisco “está abriendo caminos”, es consciente de que dentro de la Iglesia “hay una tradición de desigualdad muy larga y muy poderosa” que comienza en la “estructura organizativa, en la que el orden sacerdotal está ligado a los varones” y en la que los papeles de decisión están en manos de “un colectivo con cierta edad y cierta mentalidad”.
“El tema de los abusos que está surgiendo puede ayudar a caer en la cuenta de que el clericalismo dificulta este avance de la Iglesia”, apostilla. Una postura “cada vez más llamativa” y que evoca “la sensibilidad de la gente tanto dentro como fuera de la Iglesia”. Para cambiarlo “hay que hacer cambios significativos, pero es un camino lento” en el que las mujeres, “si bien estamos haciendo oír nuestra voz, deberíamos comenzar un movimiento mucho más explícito” para luchar contra una desigualdad que no responde ni a “la mentalidad ni a la sociedad” actuales.