Tribuna

Completamente libre, completamente libres

Compartir

“Y en el reloj de antaño como de año en año, cinco minutos más para la cuenta atrás. Hacemos el balance de lo bueno y malo. Cinco minutos antes de la cuenta atrás”. Mecano se cuela en casa. Tienen permiso. Son la banda sonora del país en Nochevieja. Y los españolitos saben lo que se canta desde hace décadas. Solo gira un grado la manecilla del reloj, pero cambia el calendario, cambia el año. Y puede cambiar algo más. Lo saben en primera persona Greg Burke y Paloma García Ovejero. Los dos arrancan 2019 colgando en la percha de la Via de la Conciliazione los trajes de director y vicedirectora de la Oficina de Prensa de la Santa Sede. Dos años y medios después, probablemente en estas semanas que se avecinan puedan acumular alguna que otra hora de sueño que se han dejado por el camino.

Quienes han habitado un día sí y otro también la Sala Stampa saben el giro que se ha dado en su interior. Para facilitar el trabajo a los reporteros televisivos que necesitaban traducir una nota de prensa en declaraciones locutadas. Para traducir los comunicados papales a cuantos idiomas fueran necesarios para los corresponsales más periféricos haciéndolos masticables para todo hijo de vecino. Para crear formatos como el ‘meeting point’ -unas mini entrevistas-, que permitieran a cada medio tener “en exclusiva” a los protagonistas del acontecimiento eclesial correspondiente. Para acoger al enviado especial de turno que apenas distingue un cura raso de un cardenal. Convirtiendo en principio comunicativo la máxima de santa Ángela de la Cruz: “Siempre lograrás conseguir mucho más con palabras amables y de una manera más cortés que por la ira o por la fuerza, que nunca debes usar a menos que sea estrictamente necesario”.

Palomagovejero

Paloma García Ovejero atiende a los medios

Con una paciencia infinita, la que hay que tener siempre ante una nube de periodistas que necesitan respuestas a todo y ya. Ellos han correspondido. Sin mirar el reloj. Sí, porque aunque parezca una obviedad, hasta la llegada de Burke y Garcia Ovejero, el horario de la sala de prensa Vaticana encarnaba el “vuelva usted mañana” de Larra con tintes curiales. Con ellos, comunicar Iglesia ha devenido en una entrega 24 horas. Aparcando toda vida personal.

Atentos para estar al quite en ‘streaming’ de los escándalos vaticanos lo mismo en Australia que en Chile. Haciendo de las noches en blanco una práctica cotidiana que solo se sostiene cuando se vive el periodismo como vocación. Ministerio laical sin necesidad de consagración o voto alguno para encarnar el apostolado ante los medios desde una fidelidad al sucesor de Pedro sin aspavientos ni afán de protagonismo. Fuera de foco, siempre que ha sido posible.

Poner las dos mejillas

Porque en no pocas ocasiones ellos -en el cargo va- han tenido que poner las dos mejillas y algo más para apagar fuegos que se multiplicaban por varios frentes, mientras soñaban con un plan de comunicación acorde con esa Iglesia en salida que debe huir de sus zonas de confort localistas para saberse universal.

Propuestas que se entrelazaban con la urgencia de sofocar esos incendios provocados dentro. Pirómanos que bajo la bandera de la corrección fraterna buscan quemar todo aquello que sonara a reforma, a apertura, a cambio. No son pocos los que han intentado encender esa mecha en una Sala Stampa que es cuestión de Estado. O de Secretaría de Estado, según se mire. Que se debería mirar.

Greg Burke

Greg Burke, portavoz de la Santa Sede

Si contra Francisco se han buscado cerillas para hacer saltar chispas contra el primer Papa latinoamericano de la historia, no podía ser menos con aquellos que habían sido escogidos “por nómina pontificia” como portavoces. Un norteamericano y una española que han huido de todo favoritismo, que no se han casado con nadie. Y menos aún con los suyos. Distancia higiénica con todo aquel que viniera de España o de Estados Unidos. Exquisitez para que nadie les acusara de hacer lobby patrio con embargos, exclusivas, entrevistas o ‘pool’ fotográficos.

Calidad y calidez, al fin y al cabo, que sonó a provocación para algunos italianos, que al igual que en la Curia, contaban con sus prebendas en materia comunicativa. Un empeño el de los dos extranjeros que no pocas veces se ha vuelto cruz. Aun así, no cedieron en su empeño de hacer una comunicación corporativa un ejercicio de profesionalidad con la Alegría del Evangelio por bandera comunicativa aún cuando, ni de lejos, se presentaban en el horizonte motivos para sonreír.

La cultura del encuentro por la que clama el Papa se personificó en el de San Luis y en la de Cuatro Caminos. Sin fisuras. En equipo. Sin protagonismo de uno u otro ni afán alguno de acumular photocalles, followers en Instagram o seguidores en Twitter. No. Los hasta hace unas horas director y vicedirectora han huido de todo postureo. Conscientes de que nada de lo que tenían les pertenecía. Con plena consciencia de que el verdadero poder es el servicio. Poder al que no han tenido apego alguno. De ahí esta aventura con fecha de caducidad en la que los protagonistas escriben el final de su relato, algo que sigue siendo excepcional tanto en la Iglesia como en la política, que en ocasiones parecen lo mismo.

Los dos han colgado en la percha de la Conciliazione el traje. Con la libertad que nace del discernimiento, de la escucha del Evangelio, para echarse a un lado, dejar paso y servir allá donde se requiera. Completamente libres. Lo dijo el propio Burke en su cuenta de Twitter: “Pensamos que es mejor que el Santo Padre sea completamente libre para reunir a un nuevo equipo”.