Pliego
Portadilla del Pliego nº 3113
Nº 3.113

La pastoral urbana: un cambio de mentalidad pastoral

Las grandes ciudades, las megápolis, aumentan en el planeta y crecen cada día en número de habitantes. Estamos pasando de un mundo mayoritariamente rural a un mundo cada día más urbano. Basta abrir los ojos y seguir los estudios sociológicos. Pero no crece en general con la misma proporción el interés por una pastoral urbana. La pastoral de las grandes ciudades es cada día más necesaria y urgente. Carlos Mª Galli, experto en estas materias, afirma que “de la pastoral urbana es mucho más lo que no sabemos que lo que sabemos”.

Hay que poner de relieve que, especialmente en América Latina, esta pastoral está más presente en las reflexiones y encuentros. Benjamín Bravo, otro experto, trata de los congresos organizados por México a partir del año 2000 dedicados a la pastoral urbana. El 25 de agosto de 2011, el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio pronunció el discurso de apertura del I Congreso Regional de Pastoral Urbana, en el que habló de “la gran ciudad, un nuevo signo de los tiempos”.

En mayo y noviembre de 2014, organicé un Congreso Internacional de Pastoral de las Grandes Ciudades, celebrado en Barcelona y Roma, y, del 8 al 11 de octubre de 2018, se ha celebrado en Guadalajara (México) el I Encuentro Continental de Pastoral Urbana, con la participación de mil congresistas. Considero acertado el juicio de Galli afirmando que la pastoral urbana es un aporte original de la Iglesia latinoamericana y caribeña a la ‘Catholica’ antes y después de Francisco.

A lo largo de las cuatro últimas décadas, se ha producido un profundo cambio en la vida urbana de todo el mundo, en el que oleadas de personas se han desplazado desde el campo hasta unos inmensos corredores urbanizados que están redibujando el pasaje planetario. El reconocido sociólogo Manuel Castells ya ha sentenciado que “vivimos en un planeta mayoritariamente urbanizado”.

El 54% de la población mundial era urbana en 2018, y será casi del 75% en 2050, teniendo en cuenta la rápida urbanización de China, India y el continente africano. Por su parte, Sudamérica, Norteamérica y Europa Occidental alcanzan ya el 80% de la población urbana. Y aún más significativa, como rasgo especial, es la metropolitanización acelerada de nuestro mundo.

Pero la concentración va más allá de las estadísticas. Muchas zonas consideradas rurales son en realidad formas de habitación que viven económica y culturalmente en la órbita de la metrópoli más cercana. Como afirma el ‘Documento de Aparecida’ (DA), del Episcopado de América Latina y el Caribe, de 8 de diciembre de 2007, “la mentalidad urbana se extiende también al mismo mundo rural”.

El proceso de urbanización global conlleva un fenómeno característico de la ciudad contemporánea: la llamada ‘slumización’. En 2003, el 71% de la población de África subsahariana vivía en ‘slums’. Esta es la condición urbana más extendida en el continente: la del periférico. A nivel mundial, los ‘slums’ acogen hoy al 31,6% de la población. Los periféricos son un pueblo de “excluidos” continuamente urgidos y conectados con modelos de vida inalcanzable.

Visitando grandes urbes o siguiendo reportajes sobre ellas, uno queda impresionado por la magnitud de sus problemas. En el Congreso Internacional de Pastoral de las Grandes Ciudades de 2014, en el encuentro con los expertos sobre la creciente realidad de las metrópolis en el mundo, se puso de relieve cómo en ellas hay como un modelo de desarrollo inhumano y existen formas de deterioro de la vida. Se enumeraron las siguientes: 1) la desintegración del tejido social y el paso al individualismo y a la competitividad; 2) el aumento de la pobreza urbana; 3) el deterioro de las condiciones cotidianas de vida y de transporte, notablemente más caro; 4) la situación de anonimato y pérdida del vínculo social, sin identificaciones simbólicas entre habitantes y hábitat; 5) la cultura consumista que lleva, sobre todo a los jóvenes, a la frustración y a la delincuencia; 6) los desastres ecológicos y la degradación del medio ambiente; 7) la destrucción del espacio público provocado por la especulación y la corrupción.

Ante esta realidad pesimista y preocupante presentada muy sintéticamente, cabe preguntarse: ¿cómo es posible vivir, celebrar y anunciar la fe cristiana en las metrópolis del mundo? ¿No es la gran ciudad moderna, acaso, la “Babilonia de la increencia”? No obstante esto, el profeta Jonás consiguió pasar de su espanto inicial a convertir a los ciudadanos de Nínive, la “gran ciudad”, en “un recorrido de tres días” –como un prototipo bíblico de las actuales grandes urbes–, y los ninivitas se convirtieron, “creyeron en Dios, ordenaron un ayuno, se vistieron de sayo desde el más grande al más pequeño”.


Índice del Pliego

  • Nuestro planeta se urbaniza a ritmo acelerado
  • Actitud de los evangelizadores ante las grandes urbes
  • El papa Francisco: “Un cambio en nuestra mentalidad pastoral”
  • Dios vive en las grandes ciudades
  • Las grandes urbes precisan la evangelización de la Iglesia
  • Acercarse a los pobres y a las periferias de las grandes ciudades
  • La gran ciudad es un espacio idóneo para el encuentro con Cristo y con los hermanos
  • La gran ciudad está abierta a un diálogo cultural con la Iglesia
  • La Iglesia que vive en las grandes ciudades ha de ser urbana
  • Las grandes ciudades son lugares de libertad y de oportunidades
  • La Iglesia comprometida en la ecología de las grandes ciudades
  •  Urgencia del servicio de la Iglesia a las metrópolis con una pastoral esperanzadora
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