Tribuna

Las monjas feministas de Suiza que piden el voto en los sínodos

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A finales de octubre de 2018, una fotografía de 15 monjas sonrientes y orgullosas comenzó a circular en los medios de comunicación; en sus manos había carteles que decían: “Yo voto por las mujeres católicas”. Una imagen potente procedente de un rincón remoto de Suiza, del convento benedictino de Fahr. Esta acción se inscribe en una campaña internacional de protesta contra las desigualdades de género presentes en el Sínodo sobre los jóvenes, donde se admitió entre los votantes a un par de padres superiores no ordenados, pero no se admitió a madres superioras. Una desigualdad que no tiene causas doctrinales, sino que es solo el resultado de una mentalidad difícil de erradicar.

La priora del convento, Irene, me recibe cordialmente y, en las pausas entre las horas de oración y de trabajo que marca el día benedictino, comenta: “Nosotras, las mujeres, somos parte de esta Iglesia y, por tanto, debemos ser capaces de hacer oír nuestra voz y hacer nuestra aportación. Nuestra acción continua, es el resultado de un largo camino juntos sobre esta cuestión”. La palabra ‘camino’ no podría ser más adecuada: en 2016 las hermanas de Fahr fueron protagonistas de una peregrinación a pie desde San Galo (Suiza) a Roma para pedir al Papa una Iglesia “con mujeres” que realmente incluya e implique a las mujeres. La peregrinación, sobre la cual se filmó el documental ‘Habemus feminas’ y se publicó el libro ‘Einweiter Weg’, contó con la participación de más de 1.000 mujeres, hombres, laicos, consagrados y obispos. Lamentablemente al llegar a Roma no pudieron obtener audiencia con el Papa o con sus colaboradores.

Permítanme que les pregunte si han perdido la esperanza: “No”, dice de forma convincente. “El papa Francisco ha dado pasos importantes, como, por ejemplo, establecer para María Magdalena una liturgia igual a la de los apóstoles, elevándola al mismo nivel”. Irene cruza sus manos, su historia se convierte en oración: “Pero espero que el Papa concrete aún más sobre este tema”. El convento de Fahr muestra cómo hombres y mujeres pueden trabajar juntos. Es uno de los pocos dobles que quedan en el mundo: la congregación masculina está en Einsiedeln y la femenina en Fahr, pero entre las dos hay colaboraciones importantes y el abad es el mismo.

“Estamos dispuestas a cambiar con la sociedad”

En la actualidad quedan 20 hermanas en Fahr, que afrontan la crisis de las vocaciones con serenidad. “El convento fue fundado en 1130 y se ha convertido en un punto de referencia para la comunidad”, dice Irene. “Tal vez en el futuro no serán las hermanas, sino un grupo de mujeres las que trabajen aquí para hacer que este lugar continúe. Pero el convento seguirá existiendo como un lugar de espiritualidad, de eso estoy segura”, continúa.

Monjas de clausura

“Estamos dispuestas a cambiar con la sociedad”, añade la hermana Petra, la más mayor con sus 86 años, quien se ríe como una niña cuando intenta recordar algunas frases en italiano. La hermana Petra era maestra y le pregunté de qué tema: “De la vida”, respondió. “Yo les enseñaba a las campesinas de la región a vivir. Mis temas eran la nutrición, la higiene, el hogar y el cuidado de los niños”, aseveró. Muchas de esas mujeres decidieron llamar a sus hijas Petra, como signo de gratitud y afecto.

Hoy el convento ya no es una escuela, pero las hermanas tienen la satisfacción de haber vivido plenamente su vocación espiritual y evangélica. “Sé –confiesa Petra– que he estado en el convento 64 años y que he tenido una vida plena”. Pregunto qué futuro espera para la Iglesia: “Me gustaría que las mujeres se sintieran animadas y gratificadas de nuevo a elegir este camino –responde ella– para así, transmitir felices el mensaje de Dios. Creo que hay una necesidad de cambio, de lo contrario no sé dónde terminará la Iglesia. Y para que esto suceda, necesitamos mujeres”.