Ahora que parece que pronto podremos llamarle san John Henry Newman, es un buen momento para ahondar en la figura del cardenal Newman (Londres, 1801-Birmingham, 1890), uno de los más preclaros intelectuales cristianos de la etapa contemporánea. Y es que, si aceptamos que un “intelectual” es un buscador sin fin de la verdad, él fue un caminante infatigable. Auténtico y fiel, sobre todo a sí mismo.
Ese peregrinaje le llevó a convertirse al catolicismo en 1845, tras dos décadas de pastor anglicano. Su lucha silenciosa la plasmó en todo tipo de ensayos críticos e históricos, un amplio conjunto de escritos en los que aborda un sinfín de temáticas, tan propias de sus días como los que marcan la hora actual. Especialmete significativo resulta acudir a las reflexiones que plasmó en su época anglicana, percibiéndose ya con nitidez cómo Newman establecía un diálogo de fe inquieta con el que pretendía mostrar las raíces auténticas de la Iglesia de Inglaterra, que situaba directamente en los Apóstoles y no en una decisión política como la que tomó Enrique VIII con su cisma de Roma para divorciarse de Catalina de Aragón y casarse con Ana Bolena.
Un debate íntimo
Su propio camino de crecimiento espiritual, entroncado en un debate íntimo, fue el que finalmente le llevaría a ingresar en la Iglesia de Roma, donde León XIII, a sus 78 años, le acabaría reconociendo con el cardenalato. De haber llegado a entrar en un cónclave, por cierto, muchos contemporáneos soñaban con él como Sucesor de Pedro.
Pero, si queremos conocer hasta que punto fue propio de gigantes el combate interior de Newman, lo mejor es acudir a su ensayo ‘La catolicidad de la Iglesia anglicana’ y leer el siguiente párrafo: “Aquí, cada uno de los contendientes cuenta con algún argumento a favor; el nuestro es el del pasado, mientras que el de los católicos romanos es el del presente. No obstante, se explique como se explique, es un hecho que Roma ha añadido cosas al Credo; y es un hecho, se justifique como se justifique, que nosotros nos hemos apartado del conjunto de la Cristiandad en el mundo. (…) Si existe hoy una Iglesia de naturaleza y oficio iguales a los de la antigua Iglesia y semejante a ella en profecía, es la comunión romana y, por tanto, solo ella”.
Que esto lo enunciara un pastor entonces anglicano, ya ofrece una idea de su honesta intención de establecer un diálogo verdadero, sopesando minuciosamente pros y contras. Hasta el punto de cambiar de opinión él mismo…
La esencia, sus ‘Sermones parroquiales’
Con todo, el auténtico Newman, más allá del intelectual ciclópeo, está en sus ‘Sermones parroquiales’. Aquí vemos con toda su pureza a un sencillo pastor, todavía anglicano, que muestra a sus fieles la misma fuerza de sus convicciones, pero con un estilo si cabe más dulce, bello y apasionado, capaz de tocar el intelecto y los corazones de los más sencillos.