Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

Ante las elecciones, compartamos la mesa y la vida “con cualquiera”


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Espero no ser la única persona a la que tener que ir a votar dentro de poco le da mucha pereza. Tengo cierta sensación de estar repitiendo el día de la marmota, de vivir en un continuo ‘déjà vu’ ante unas elecciones generales que se repiten con más frecuencia de la deseable. Como es de imaginar, lo que realmente me produce aburrimiento no es tanto el hecho de acercarme al colegio electoral, como la inevitable campaña previa. Aunque a la hora de hacer pactos políticos después de los resultados se pongan entre paréntesis los conflictos anteriores, durante los meses de campaña electoral se siguen los enfrentamientos, los posicionamientos extremos, los desprecios y los ataques mutuos. Que se valoren los logros de alguien que no comparta las mismas ideas políticas no es, precisamente, lo habitual, y menos frecuente aún resulta que se hagan propuestas de trabajo conjunto, de proyectos aunados, de búsqueda conjunta del bien común…

Esta división social, que se acentúa cuando se está de campaña electoral y en la que “los nuestros” y “los otros” se perciben en mundos paralelos, me recuerda a cómo se entendían las relaciones sociales en la cultura mediterránea del cambio de era. Sin llegar a los extremos del sistema de castas de la India, la sociedad se encontraba separada en grupos que se merecían entre sí diversa valoración y estima social. Algunos teólogos llegan a afirmar que a Jesús le mataron porque comía “con cualquiera”, sin tener en cuenta la etiqueta que lo clasificaba socialmente en uno u otro sector de la población. En ese contexto tal atrevimiento suponía infringir las estrictas normas sociales sobre con quién podías o no crear vínculos, haciendo que el Galileo resultara muy molesto.

Papeletas electorales en un colegio durante las elecciones autonómicas del 2 de diciembre de 2018

No estaría mal que los cristianos, en este contexto pre-electoral que propicia la división y los reproches, nos convirtiéramos en artesanos de generar puentes, en artistas creando vínculos y lugares de encuentro entre quienes son y piensan de manera diversa. Solo así trabajaremos por el bien común y solo así nos asemejaremos al Maestro, porque nos podrán reprochar que también nosotros compartimos la mesa y la vida “con cualquiera”.