El superior general de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa, asegura estar viviendo un proceso de transformación y de sinodalidad en comunión en la cumbre antiabusos convocada por el Papa Francisco para este fin de semana en Roma. Así lo expresó durante la rueda de prensa conjunta diaria en la que participaron también el presidente del Episcopado alemán, el cardenal Reinhard Marx, la religiosa Verónica Openibo, el superior general de los jesuitas, Arturo Sosa, el coordinador del encuentro Federico Lombardi, el arzobispo de Malta, Charles Scicluna, y el prefecto del Dicasterio vaticano para la Comunicación, Paolo Ruffini.
El prefecto de los jesuitas señaló que “he vivido este encuentro con esperanza, que es distinto a esperar con los brazos cruzados. La esperanza es una virtud que nos mueve hacia un mundo justo en el que los niños y los adultos vulnerables puedan vivir en paz”.
La excusa de la diferencia cultural
“Las diferencias culturales no pueden servir de excusa para ocultar los abusos”, reflexionó el máximo responsable de los jesuitas, que llamó a promover a través de la formación una “maduración afectiva de todos los miembros de la Iglesia”.
Sosa puso sobre la mesa el documento de los religiosas y religiosos del mundo en el que expresaban su “vergüenza” por los casos de abusos, pedían perdón y llamaban a “romper la cultura del silencio”.
Capacidad de escucha
La superiora general de la Sociedad del Santo Niño Jesús, Verónica Openibo, recordó la valentía de la víctima que habló en la tarde del viernes para entonar un nuevo “mea culpa”. “En estos días he podido constatar la capacidad de escucha y de empatía para ponernos a hacer algo todos juntos como Iglesia, como personas de resurrección y de esperanza”, señaló ante los periodistas.
“Debo admitir que las asociaciones de víctimas lamentablemente tienen razón”, señaló el cardenal Rehinard Marx, en relación a su denuncia de que la Iglesia “habla mucho pero hace poco”. “No podemos cerrar la lucha contra los abusos en esta cumbre. Todos estos documentos e ideas tienen que confluir en decisiones”, comentó al considera que “este tema tan delicado y terrible es una prueba. Estamos dando pasos adelante, pero hay que ir más allá”.
Los Episcopados deben aplicar medidas
Sobre los 21 puntos de reflexión presentado por el Papa, Marx señaló que no son “decisiones” tomadas sino ecos de los informes planteados por las Conferencias Episcopales a Roma. “El Vaticano no puede aplicarlas, pero sí está llamada a vigilar”, comentó el cardenal alemán.
El arzobispo Scicluna hizo autocrítica al comentar que durante los procesos de investigación “las víctimas no tienen ningún tipo de información. A veces se hacen procesos y los juicios y los supervivientes siguen a oscuras, no saben nada de lo sucedido con el abusador”.
La confidencialidad y el secreto
“Tenemos que abordar y superar todas las cuestiones relacionadas con el secreto pontificio”, comentó señalando que “la confidencialidad no es un argumento suficiente”. “No necesitamos algo tan antiguo como el secreto pontificio”, llegó a sugerir. Además, instó a los Episcopados a crear servicios de escucha de víctimas con laicos al frente, siguiendo el modelo de Chile. El padre Lombardi se sumó a esta petición para la Conferencia Episcopal Italiana.
El arzobispo de Malta anunció además que está preparando un breve vademécum “a modo de preguntas y respuestas para saber qué tiene que hacer un obispo cuando recibe una denuncia de una víctima”.
Scicluna fue interpelado sobre el resultado del informe que elaboró tras su visita a Chile para auditar la crisis de abusos en el país. “Está en manos del Santo Padre, hay solicitud de confidencialidad y hay que respetarlo”, dijo.
Recuperar la relación
Ruffini hizo un repaso de los temas que se abordaron en los grupos de trabajo, como la necesidad de “establecer una hora santa para rezar y pedir perdón, promover la conversión”, promover “la escucha por parte del obispo” o “cómo recuperar la relación con las víctimas y aquellos que tienen una actitud negativa frente a la Iglesia”. El prefecto para la comunicación añadió que la cumbre supone “un punto positivo de no retorno”.