Tribuna

Las mujeres católicas y la política estadounidense

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A medida que se acerca el centenario del derecho al voto de las mujeres en Estados Unidos, es oportuno recordar momentos y figuras clave en la historia del compromiso de las católicas con la política estadounidense. La católica americana más famosa del siglo pasado es quizás Dorothy Day (1897-1980), quien fundó el Movimiento del Trabajador Católico en 1933. Aunque no es una política en el sentido tradicional –fue una anarquista declarada que siempre impugnó al gobierno–, Day, junto con el movimiento de los trabajadores católicos, tuvo un efecto profundo y duradero en la cultura política del país.

La periodista y beata Dorothy Day, siempre en defensa de los pobres y la justicia social

Activista y socialista antes de convertirse al catolicismo en 1927, Day fundó el movimiento para animar a los intelectuales y a los trabajadores a vivir las enseñanzas del Evangelio y a ver en los pobres el rostro de Jesucristo. Equipado con una organización libre, el Movimiento del Trabajador Católico publicó una revista mensual y abrió casas de acogida en Nueva York y después en otros lugares del país (hoy son unos 230 centros). Day se opuso a la entrada en la Segunda Guerra Mundial y en Vietnam y fue arrestada varias veces por sus protestas, como en 1973, mientras se manifestaba en apoyo a César Chávez y a la Unión de Campesinos, un sindicato de trabajadores agrícolas, en huelga en California.

El historiador David O’Brien la calificó como “la persona más importante, significativa e influyente en la historia del catolicismo americano” y en 2015 el Papa Francisco, hablando ante el Congreso de EE.UU., la elogió por: “su compromiso social, su pasión por la justicia y por la causa de los oprimidos”, reconociéndola como un modelo para la resolución de problemas sociales y políticos.

Jane Hoey, de Acción Católica

Menos conocida que Day, pero más representativa de la política de los católicos estadounidenses en la era de la Acción Católica, es Jane Hoey (1892-1968). Graduada en el Trinity College for Catholic Women en Washington, tuvo entre sus inspiradores sacerdotes progresistas a John Ryan, autor principal del ‘Bishops’ Program on Social Reconstruction’ (1919, el programa de los obispos para la reconstrucción social), que luego fue asesor del presidente Roosevelt. En 1936, después de trabajar en la Junta y en la Comisión de Bienestar Infantil de Nueva York, en la Cruz Roja Nacional y en la Comisión de Delitos del estado de Nueva York, Hoey fue llamada para unirse a la Junta de Seguridad Social, una agencia federal creada para administrar los programas establecidos por la Ley de Seguridad Social. Como uno de los principales ejecutivos de la administración, Hoey ayudó a allanar el camino para las mujeres en el gobierno federal.

La era del Vaticano II inauguró un nuevo y dramático capítulo para las mujeres católicas en la política. Influidas por ‘Perfectae caritatis’, de ‘Gaudium et spes’ y otros documentos del Concilio, las religiosas entraron en la arena política. Mary Luke Tobin, superiora general de las Hermanas de Loreto, una de las 16 mujeres presentes como observadoras en el tercer y cuarto período del Concilio, estaba a la vanguardia de la reorganización de la Conferencia de superioras mayores, a la luz de las enseñanzas del Consejo sobre vida religiosa y justicia social. Tobin y otras religiosas insistieron en la necesidad de que la espiritualidad de las monjas católicas fuera “contemporánea y americana”. Esto significaba trabajar para ayudar a los Estados Unidos a cumplir con sus ideales, utilizando la enseñanza social católica como guía.

La evolución de la sociedad estadounidense desencadenó el activismo de las “nuevas religiosas” de los años sesenta. En 1965, varias fueron a Selma, en Alabama, para unirse a Martin Luther King en una marcha sobre la capital del condado de Montgomery, para protestar contra las restricciones a los derechos de voto de los afroamericanos. Selma no solo fue la primera movilización masiva de blancos por los derechos civiles, sino una señal muy visible del compromiso de la Iglesia con el problema social más apremiante.

Las monjas y Martin Luther King

Los participantes blancos en la marcha eran mayormente católicos, y las hermanas vestidas con sus hábitos atrajeron la atención de los medios. La Hermana Mary Peter Traxler (o Margaret Ellen Traxler, después de retomar su nombre de bautismo), de las Escolásticas de Nuestra Señora, encontró la experiencia de Selma tan poderosa que se sintió obligada a redefinir su vida religiosa. En el artículo ‘After Selma, Sister, You Can’t Stay Home Again’, (‘Después de Selma, hermana, no podrás quedarte más en casa’), Traxler instaba a las monjas católicas a abandonar las aulas y los conventos y trabajar por la justicia en el mundo.

Tobin y Traxler fundaron Network en 1970, un grupo de presión organizado por religiosas católicas para aplicar las enseñanzas de la Iglesia sobre la justicia social a la política federal. Tratando de canalizar el potencial sin explotar de las hermanas para influir en una legislación justa, Network enfatizaba que los votos religiosos permitían que la consulta se llevara a cabo sin interés personal y las colocaba en una posición única para motivar a otros miembros de la Iglesia a asumir una mayor responsabilidad civil. Promoviendo la colaboración entre congregaciones, presentando el liderazgo centrado en la mujer y apoyando la participación vigorosa en la política, Network marcó un cambio con respecto a los modelos anteriores de la historia católica estadounidense.

Con el comienzo de las “guerras culturales”, los temas de género y sexualidad fueron argumentos controvertidos en la política. En estos debates había mujeres católicas de ambos lados. Una de las más influyentes fue Phyllis Schlafly (1924-2016). Escritora y activista del Partido Republicano, se dio a conocer en 1972 cuando anunció su oposición a la Enmienda de Igualdad de Derechos (ERA) a la Constitución Americana, una enmienda sobre igualdad de derechos que prohibía la discriminación basada en el sexo y que fue aprobada ese mismo año por el Congreso. Schlafly estableció la organización de la presión llamada ‘Stop Era’, llevando a cabo una campaña bien organizada para rechazar la enmienda después de que no fuera ratificada por la mayoría de los estados.

Las mujeres de hoy

Geraldine Ferraro (1935-2011), representante democrática de Nueva York en el Congreso, en 1984 fue la primera mujer en aspirar a la vicepresidencia de un importante partido político, cuando fue nombrada vicepresidenta de Walter Mondale. Ferraro fue la primera católica-demócrata nombrada después de que el aborto se hubiera convertido en un tema importante en las campañas políticas. Como otros demócratas católicos después de ella, Ferraro afirmó que se oponía personalmente al aborto, pero apoyó públicamente su legalidad. Su voto sobre el aborto atrajo la crítica del cardenal John O’Connor, arzobispo de Nueva York.

Hoy en día, las mujeres católicas son más activas que nunca en la política estadounidense, aunque la mayoría no se identifican como católicas. La italoamericana Nancy Pelosi (1940) fue elegida presidenta de la Cámara de Representantes en enero de 2018, después de haber ejercido el mismo cargo entre 2007 y 2011. Se graduó en el Trinity College for Catholic Women en Washington. Es la mujer electa de mayor rango en la historia de los Estados Unidos. Pelosi preside un órgano de gobierno que incluye a varias mujeres católicas progresistas que llegaron a Washington en la ola ‘rosa’ de las elecciones de mitad de período de 2018.

Alexandria Ocasio

Destaca Alexandria Ocasio-Cortez (1989), diputada demócrata de Nueva York, que critica abiertamente la administración de Trump. A Ocasio-Cortez se la identifica como socialista, pero su énfasis de justicia hacia los derechos humanos y su dignidad, se basan en su condición de católica, y ha sacado su principio de guía del mandamiento de Jesús escrito en el Evangelio de Mateo 25, en el que se advierte que se debe cuidar a los “hermanos menores”.

Otra católica activa en la política contemporánea es Simone Campbell (1945), de las Hermanas del servicio social, que ha sido directora ejecutiva de Network desde 2004. En 2012, organizó la primera gira de ‘Hermanas en el Autobús’ a través de los Estados Unidos para protestar contra el presupuesto federal propuesto por un eminente diputado católico, Paul Ryan de Wisconsin. Desde entonces ha continuado viajando, involucrando a los estadounidenses en el diálogo espiritual sobre la atención de la salud, la inmigración, la participación de los votantes, los derechos de la mujer y la polarización en la política. La gira más reciente comenzó en Los Ángeles el 8 de octubre y celebró 54 eventos en 21 condados antes de terminar el 2 de noviembre en Florida, donde se encuentra la residencia del presidente Donald Trump.