Desde hace mucho tiempo son numerosas las hermandades que asumieron un compromiso con las actividades benéficas y, aunque a veces su trabajo ha sido invisible y discreto, la huella que esta labor altruista ha dejado en los colectivos y personas receptoras de ayuda ha sido imborrable. En cualquier caso, soy de los que piensan que no es suficiente, que hay que hacer más.
Creo que el mundo cofrade en general, y las cofradías en particular, tenemos no solo la posibilidad, por el entramado humano del que disponemos, sino también un cierto grado de responsabilidad y deber para con la sociedad y la comunidad a la que pertenecemos. Las razones podrían enmarcarse dentro del campo de lo estrictamente religioso, es decir, hacer simplemente uso y práctica de las enseñanzas de Jesús, muy especialmente aquellas referidas a la ayuda a nuestros semejantes, al amor y asistencia al prójimo. Creo que esto se impone en un grupo humano que fundamenta su existencia en la figura de nuestros titulares y en lo que estos representan, tanto en el ámbito espiritual como en el terreno de la idea de un mundo mejor, más solidario, más justo y más comprometido. También la iniciativa comparte ese sentimiento religioso con una clara vocación filantrópica y altruista donde solo se desea el bien al otro (al necesitado), de alguna manera servir a tu comunidad sin pedir nada a cambio…
Los campos de acción social son muy variados, tanto como las necesidades de una sociedad como la nuestra, que aunque se enmarca dentro de las llamadas desarrolladas, todavía cuenta con agujeros por donde se cuelan situaciones de injusticia, de carencias que dejan al descubierto los puntos negros de una sociedad cada vez más individualista y menos comunitaria. Esto debería convertirse en una invitación a la participación de un mundo como el cofrade, que cuenta con un modelo de organización, y con un entramado social, que se extiende desde el centro hasta los barrios, y que sobre todo dispone de un capital humano extraordinario que no debería diluirse o encerrarse en la endogamia, en un mundo de puertas cerradas, sino todo lo contrario, debería abrirse a la comunidad a la que pertenece y poner a disposición de esta la energía que generan tantos miles de mujeres y hombres que componen el verdadero tesoro de las cofradías y hermandades.
Fundación Lágrimas y Favores
Pero el saber hacia dónde dirigir esas energías es parte fundamental de esta propuesta, así como la capacidad real de actuación de la que disponemos. El mundo de la cultura y de la educación se abre ante nosotros como un mundo lleno de posibilidades de acción, en primer lugar por lo que este representa. Es ahí, precisamente donde se labra el futuro de nuestra sociedad, donde están plantadas las semillas no solo del conocimiento, sino de las relaciones humanas. En segundo lugar porque tenemos conocimiento de la existencia de puntos negros en el sistema educativo que discriminan a determinados individuos frente a otros básicamente por razones de índole económica.
En nuestro caso, nos decidimos a hacer una propuesta y a desarrollar nuestro proyecto en esa dirección, es decir, proponemos establecer un concurso de becas parciales o de ayudas a los estudios, en el campo universitario, que permita a determinados alumnos llevar a cabo sus carreras. Había que darle un carácter y una forma legal a nuestra iniciativa y así constituimos la Fundación Lágrimas y Favores, que llevaría el nombre de nuestra titular. Después entramos en contacto con las autoridades y posteriormente nos dispusimos a la obtención de fondos e ingresos para acometer nuestros objetivos. Hoy, nueve años después, todo esto es una realidad.
Hemos demostrado que no se trataba de dar donativos por aquí y por allá, sino desarrollar un proyecto social muy serio. Y es necesario que lo hagamos sin pedir nada a cambio, ni que se hagan hermanos de la cofradía ni que sean cristianos. No, no vamos buscando incrementar nuestro número de hermanos, sino ofrecer nuestra mano a quien lo necesite de una forma incondicional, punto.
Creo que ahí está la Semana Santa del siglo XXI, en la aportación, cada uno dentro de sus posibilidades, de ese grano de arena que le dé a nuestras celebraciones de pasión un carácter más amplio, y si se me permite, más práctico, sin eliminar nada de lo hecho hasta ahora, sin que se produzca la más mínima pérdida de nuestro carácter o de nuestra personalidad.
Sí, soy un soñador, me he pasado gran parte de mi vida persiguiendo sueños, pero créanme, a veces estos se hacen realidad. Ahora sueño con ver en la cara de las personas que se agolpan en las calles al paso de nuestra Virgen un gesto de orgullo, una sonrisa de complicidad, unos ojos que vean, detrás del oro y la plata, más, mucho más, que vean a un grupo de personas que durante el resto del año quieren servir al mundo al que pertenecen, y que en esa capilla de plata en la que la portamos, se refleje una muestra de amor por esa Virgen de Lágrimas y Favores, símbolo, icono, capaz de operar el milagro de hacernos sentir más juntos, más dignos, más humanos, una Virgen que derrama algunas Lágrimas y muchos Favores.