Este 2019 estamos conmemorando los 300 años transcurridos desde el fallecimiento de Juan Bautista de La Salle. Sin duda, lo podemos considerar como el aniversario de su cumpleaños, ya que la tradición cristiana emplea la locución latina ‘dies natalis’ para denominar el día de la muerte de un santo. Es su natalicio. Y así nos cuadra perfectamente con lo que estamos viviendo durante este año en la amplia Familia Lasaliana extendida en 80 países. Sí, estamos celebrando una vida entregada en favor de los niños y jóvenes pobres y de quienes constituían esa comunidad ministerial que lo posibilitara.
Quienes escogieron el lema para este tricentenario lo expresaron así: un corazón, un compromiso, una vida. Tres trazos que reflejan todo un itinerario que hemos de recordar (traerlo al corazón), y de llevarlo al compromiso para que impregne toda una existencia. Nuestra mirada al pasado ha de renunciar a convertir “nuestra vida cristiana un museo de recuerdos” (‘Gaudete et exsultate’ 139). Quiere que revivamos el relato fundacional. Este tricentenario lleva tatuada su opción por la vida. Los años de finales del siglo XVII y comienzos del XVIII en Francia fue el tiempo propicio. Ahora, tres siglos más tarde, vamos nosotros a inyectar vida. Eso es responder al Evangelio y proyecto de Jesús en el servicio educativo de los jóvenes y niños, particularmente los más vulnerables.
Toda “la actividad evangelizadora de Jesús está orientada a curar, liberar, potenciar y mejorar la vida, empezando por aquellos para los que la vida no es vida…”. Un “resumen admirable de su misión” es la propia frase de Jesús: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). La Familia Lasaliana se compromete con la vida, moviendo los corazones de la infancia y juventud para contar con un mundo más fraterno. Quiero aprovechar esta efeméride singular del 300 aniversario del fallecimiento en Ruan del Señor de La Salle para invitar a los lasalianos, a todos los educadores y creyentes a que rindamos un homenaje a su persona para recordar el valioso regalo que nos dejó en forma de comunidad fraterna, un estilo de educación, valores con los que saborear la vida y la entrega solidaria a los que más lo necesitan.
Este año conmemorativo es una magnífica ocasión para ahondar y afinar la mirada en la contemplación del itinerario personal de quien descubrió en la educación la llamada personal que el Evangelio de Jesús de Nazaret le dirigía y, también, para seguir enriqueciendo su herencia con la energía que genera la creatividad fraterna, compartida y comprometida con la educación, en especial con los que más lo necesitan. Hoy, nosotros somos La Salle, ‘Som La Salle’, ‘La Salle gara’. Sus principios y orientaciones nos dan fuerza para afrontar, desde el ahora, un futuro por construir “juntos y por asociación”: educadores, familias, alumnos, asociados y Hermanos. Somos la Salle y los 300 años pasados desde su muerte nos dan vida para que su semilla sembrada en nosotros siga creciendo y colabore con la construcción de un mundo más justo y humano.
¡Viva Jesús en nuestros corazones!