Frente al miedo
El encuentro con el Islam que Francisco ha escenifica de momentos como el viaje a Egipto o a Emiratos Árabes Unidos ha encontrado una nueva etapa que impulsa cualitativamente el acercamiento al ala más moderada de los musulmanes para, juntos, desterrar el fundamentalismo que sigue utilizando el nombre de Dios con fines terroríficos. Ahora, en su reciente viaje exprés a Marruecos, Francisco ha confirmado que esta constante es imparable en su pontificado. Una periferia existencial en la que encontrar aliados para seguir sembrando el Reino.
Este trasfondo ha estado en la mente del pontífice desde antes de salir del Vaticano, cuando en el vídeo previo, recordaba a quienes iban a recibir a este “peregrino de la paz” y “servidor de la esperanza” que “cristianos y musulmanes creemos en Dios, que creó a los hombres para vivir como hermanos”.
Y en eso se ha empeñado Francisco desde que piso tierra africana en Rabat. En su primer encuentro con autoridades y sociedad civil, Bergoglio señaló que Marruecos es un “puente natural entre África y Europa”. Una vía llamada a “dar un nuevo impulso a la construcción de un mundo más solidario, más comprometido en el empeño honesto, valiente e indispensable por un diálogo que respete las riquezas y particularidades de cada pueblo y de cada persona”. Las implicaciones concretas, ya sea mirando al sur africano, al océano, a Oriente o al no tan lejano Mediterráneo son muchas.
Y en medio de las preocupaciones, tanto del Papa como de Mohamed VI como bien interpreta Antonio Pelayo, “es indispensable oponer al fanatismo y al fundamentalismo la solidaridad de todos los creyentes, teniendo como referencias inestimables de nuestro actuar los valores que nos son comunes”. Por eso, Bergoglio ha ido más allá concretando la cuestión de la formación de los imanes, fundamental para educar en la fe a los creyentes. Porque en el fondo, decía Francisco, “un diálogo auténtico nos invita a no subestimar la importancia del factor religioso para construir puentes entre los hombres y para afrontar con éxito los desafíos mencionados anteriormente”.
Con el pobre
El discurso más político de Francisco se concretó en un encuentro con los migrantes atendidos en la sede de Cáritas Diocesana de Rabat. Más allá de los acuerdos internacional, Francisco puso el foco en cada una de las historias de los “últimos de los últimos”, como le dijo el obispo de Tánger, Santiago Agrelo. “Lo que está en juego es el rostro que queremos darnos como sociedad y el valor de cada vida”, recalcaba. “¡Qué desierta e inhóspita se vuelve una ciudad cuando pierde la capacidad de compasión! Una sociedad sin corazón… Una madre estéril. Vosotros no estáis marginados, estáis en el centro del corazón de la Iglesia”, lamentó.
También una vez más, Francisco invitó a la sociedad entera a conjugar “cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar”, en lo que a la cuestión migratoria se refiere. Algo, que es tarea de todos. “La Iglesia reconoce los sufrimientos que afligen vuestro camino y padece con vosotros”… así es el magisterio de Francisco.
La minoría
El domingo ha sido el día de abrazo de Francisco a la minoritaria comunidad cristiana local, en un país en el que la mayoría de profesores y voluntarios de colegios e instituciones eclesiales son también musulmanes confesos. Así, la mañana comenzó en el hogar social de las Hijas de la Caridad a unos 20 kilómetros de Rabat. Después en la catedral ha tenido un encuentro con los sacerdotes y religiosos locales. “Los cristianos son un grupo pequeño en este país. Pero para mí esta realidad no es un problema, aun cuando reconozco que a veces la vida pueda resultar difícil para algunos”, les dijo de entrada. Y es que la Iglesia en Marruecos sabe bien que es la convivencia y lo que implica el diálogo interreligioso.
Por eso Francisco pidió que dejasen atrás la “preocupación” que “surge cuando a nosotros, cristianos, nos abruma pensar que solo podemos ser significativos si somos la masa y si ocupamos todos los espacios” y que se jueguen la vida “en la capacidad que tengamos de ‘ser fermento’ allí donde nos encontremos y con quien nos encontremos”.
“Ser cristiano es un encuentro. Somos cristianos porque hemos sido amados y encontrados, y no gracias al proselitismo. Ser cristianos es reconocerse perdonados y enviados a actuar del mismo modo que Dios ha obrado con nosotros”, subrayó recordando el estilo de Francisco de Asís y Carlos de Foucauld. Como las trapenses mártires de Argelia.
Aunque en encuentro definitivo fue la misa de la tarde. En la homilía en español, el Papa comentaba el evangelio del padre misericordioso que tenía dos hijos señalando que “Jesús nos invita a mirar y contemplar el corazón del Padre. Solo desde ahí podremos redescubrirnos cada día como hermanos. Solo desde ese horizonte amplio, capaz de ayudarnos a trascender nuestras miopes lógicas divisorias, seremos capaces de alcanzar una mirada que no pretenda clausurar ni claudicar nuestras diferencias buscando quizás una unidad forzada o la marginación silenciosa. Solo si cada día somos capaces de levantar los ojos al cielo y decir ‘Padre nuestro’, podremos entrar en una dinámica que nos posibilite mirar y arriesgarnos a vivir, no como enemigos, sino como hermanos”. Fraternidad en camino.