Falta “gesto” y sobra “desdén”

(Juan Rubio– Director de Vida Nueva)

En la vida de la Iglesia siguen faltando gestos y sobrando desdén, que no es otra cosa que esa indiferencia que denota menosprecio. Lo hablaba recientemente con alguien que ha sembrado su vida de gestos, muchos de ellos tan elocuentes por sencillos, que han marcado trayectorias vitales. Él mismo se quejaba, eso sí sonriendo, de cómo en los últimos años sólo había recibido como respuesta a sus gestos valientes, diáfanos, proféticos y eclesiales, los arañazos del desdén, principalmente procedente de jóvenes que, montados en un curioso rigorismo muy al uso hoy, acostumbran a pontificar, haciendo desdén de todo esfuerzo pasado. Urge desterrar ese desdén orgulloso de los epicentros de la actual cosmética, aves del nuevo gay-trinar machadiano. No ven quienes tanto desdén supuran, los esfuerzos, sudores y lágrimas de aquellos que labraron el suelo que hoy ellos mismos pisan. No beneficia a nadie el desdén y a todos ayuda un gesto y palabra que ayude a la comunión entendida como sano enriquecimiento de una Iglesia y un mundo en donde todos quepan y nadie se sienta excluido. Sigue sobrando desdén en los puristas que se escoran criticando a la jerarquía con un modelo de Iglesia sólo a su gusto, creyéndose los mejores, los puros y limpios, publicanos de izquierdas ya obsoletas. Sigue sobrando desdén en las posturas anatematizantes de quienes hacen de la Iglesia coto privado, cortijo de su propiedad y se arrogan la comunión eclesial refrendados por altas jerarquías. Mirada altiva la de estas posturas tan excluyentes. El desdén se borra con gestos sencillos, los que hoy nuestro mundo pide a la Iglesia para ser creíble.

Publicado en el nº 2.626 de Vida Nueva (Del 6 al 12 de septiembre de 2008).

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