Ladaria y Nadal

(Joaquín L. Ortega– Sacerdote y escritor)

“Los dos manacoríes se han dejado la piel en sus correspondientes carreras, si bien Rafa Nadal ha estado siempre bajo los focos de la popularidad, mientras que Luis F. Ladaria se ha movido en el silencio y la discreción de los afanes teológicos”

Manacor -en el corazón de Mallorca- diríase que tiene el santo de cara. En casi veinticuatro horas, el pasado mes de julio, la ciudad se vio agraciada con el triunfo de dos de sus hijos. El tenista Nadal saltó a la cima del tenis mundial desde la hierba de Wimbledon. El jesuita Ladaria ha sido promovido por Benedicto XVI a la secretaría de la Congregación para la Doctrina de la Fe, un cargo de indudable relevancia en la Curia romana. Ni al uno ni al otro les van a venir grandes sus responsabilidades. Nadal ha llegado a la cumbre tenística a fuerza de concentración y de tenacidad. Ladaria, fino y fecundo teólogo, lleva a su nuevo cargo el aval de su amplio magisterio, de su producción y del acierto en sus cargos anteriores. Los dos manacoríes se han dejado la piel en sus correspondientes carreras, si bien Rafa Nadal ha estado siempre bajo los focos de la popularidad, mientras que Luis F. Ladaria se ha movido en el silencio y la discreción de los afanes teológicos. Con Rafa se prestigia el tenis español y con Ladaria la teología española contemporánea.

Dada la actual desintegración institucional y lingüística de lo español, ambos triunfos -aunque no sean del todo homologables- sean plenamente bienvenidos. Ahora que el jesuita Luis F. Ladaria va a dejar su autorizada huella en la Congregación para la Doctrina de la Fe, bueno sería que hiciera algo por que las otras dos virtudes teologales, la esperanza y la caridad, tuvieran también su respectiva congregación romana. Sería el mejor homenaje a san Pablo (1 Cor 13, 13) en este segundo milenario de su existencia.

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