“Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha” (Mt. 6,3). Pocas actividades han sido tan constantes y diversas en la Iglesia a lo largo de toda su historia como la del ejercicio de la caridad. De forma callada, escondida y eficaz. Existe el tópico de que las cofradías solo se dedican a organizar procesiones y a engalanar sus imágenes de manera profusa, a veces en competencia desmedida con el fin de destacar por encima de las demás. Quien se adentre, sin embargo, en la vida de la inmensa mayoría de las hermandades y cofradías que actualmente existen en España, y muy especialmente en Andalucía, comprobará que la actividad caritativa y asistencial que despliegan es inmensa. Para sorpresa de muchos.
Desde la ya tradicional bolsa de caridad hasta proyectos de gran envergadura sostenidos por varias cofradías o las correspondientes agrupaciones locales, son numerosísimas las acciones que, de forma muy discreta, despliegan estas instituciones con evidente beneficio para la sociedad. Durante la reciente crisis económica, muchas de estas iniciativas, originadas y mantenidas por las cofradías, han contribuido muy eficazmente a paliar la situación de necesidad sobrevenida para tantas personas y tantas familias.
Y es que el ejercicio de la caridad forma parte intrínseca de la esencia de las cofradías desde sus orígenes más remotos. Este 2019 se celebra el milenario del nacimiento de santo Domingo de la Calzada, que dedicó su vida a la atención de pobres, enfermos y peregrinos, para quienes trazó una nueva y más cómoda calzada, con su correspondiente puente para cruzar el río Oja, erigió un hospital y levantó un pequeño templo en honor de la Virgen María. Para continuar su labor caritativa y asistencial, él mismo dio origen a una cofradía, que se mantiene hasta el día de hoy alentada por el mismo espíritu de su fundador.
Las cofradías, a lo largo de los siglos, han desplegado una inmensa red asistencial que ha dado cobertura en sus necesidades no solo a sus integrantes, sino también a los más desfavorecidos de la sociedad. Mucho antes de que existieran hospitales, escuelas y asilos públicos (la beneficencia pública no se generaliza hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX), la Iglesia, por medio de numerosas instituciones, atendía esas y otras necesidades, siendo habitualmente pionera en las periferias existenciales de cada lugar y de cada época.
Cuando esta Semana Santa salgan a las calles de nuestros pueblos y ciudades las miles de cofradías existentes en España, volverán a recordarnos que Cristo quiso redimirnos sufriendo la Pasión y subiendo a la Cruz. Quizás sería bueno que también sepamos que esas mismas cofradías, a lo largo del año, siguen limpiando el rostro del sufrimiento (como la Verónica) y colaborando (como el Cirineo) a soportar las cargas de tantos y tantos Cristos que hoy siguen padeciendo.
Detrás de los pasos y de las bandas de música, en una eterna procesión que nunca desfilará públicamente, nuestras hermandades y cofradías podrían sacar a la calle todos esos otros misterios de la con-Pasión que son y se llaman bolsa de caridad, complejo asistencial, economato, comedor social, ropero, centro de acogida, Fundación Corinto, Proyecto Fraternitas… Pero no lo harán, porque desde hace siglos, han captado a la perfección aquel mandato del Maestro: “Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”.