Santos anónimos

(Rita Villena– Málaga) El sábado fui a misa. Al entrar, me extrañó ver a muchas personas desconocidas en la parroquia. Cuando comenzó la Eucaristía, el sacerdote dijo: “Hoy nos reunimos aquí para recordar al matrimonio…”. No cito los nombres porque no los memoricé; en ese momento, me ocupé de encomendarlos. Pero, aunque era día laborable, el sacerdote nos dijo unas breves palabras sobre este matrimonio.

Muy sencillas, como sencillas fueron las vidas de estas dos personas que Dios había llamado. “He tenido la suerte de conocerlos y tratarlos durante muchos años, cuando yo estaba en un pueblo de la serranía de Ronda”, decía don José; “y puesto que mañana celebramos la Fiesta de Todos los Santos, ellos también estarán en el grupo de esos anónimos que pasaron por la vida haciendo el bien sin dárselas de nada, con humildad. Ella, entrega- da a su casa, madre de familia numerosa y siempre atenta a todos. Él, muy trabajador, honesto, servicial donde los haya, colaborando en todo lo que le pedía cuando lo he necesitado”. “Supieron sembrar para recoger en el cielo, por eso lo hacían con amor”. Y la mejor inversión de sus vidas estaba allí presente: eran sus hijos y nietos.

“Dios nos ha escogido para que seamos santos” (Ef 1,4). Ésta es nuestra vocación y ésa ha sido la respuesta que ha dado este matrimonio, según quien los ha conocido durante mucho tiempo y el testimonio que han dejado marcado en la vida de sus hijos.

En el nº 2.682 de Vida Nueva.

Compartir