(Lucía Ramón Carbonell– Profesora de la Cátedra de las Tres Religiones de la Universidad de Valencia)
“La muralla de Ávila es un símbolo de la capacidad de ver más allá de los muros de exclusión las riquezas que cada uno podemos aportar sin renunciar a nuestra identidad”
En estos tiempos en que prolifera un laicismo rampante, impresionan gratamente ejemplos como el del Ayuntamiento de Ávila. Desde hace años, en una iniciativa apoyada por todos los grupos políticos, trabaja para promover el reconocimiento de la mística como patrimonio intangible de la humanidad. La historia y la oferta cultural y formativa por parte de distintas instituciones cristianas en la ciudad avalan esta iniciativa. Pero, además, que todo el Consistorio se vuelque promover el conocimiento de la universalidad del fenómeno místico, es un ejemplo palpable de que las instituciones laicas pueden y deben relacionarse con lo religioso en el espacio público de una manera positiva, creativa y beneficiosa para todos.
La trayectoria del CIEM (Centro Internacional de Estudios Místicos, www.avilamistica.com) es impresionante. Sus congresos, publicaciones y actividades, se inscriben de forma novedosa en un una tradición de siglos. Una inscripción en la muralla de Ávila dice así: Esta gran muralla es como un gran libro en el que todos los estilos, las culturas, las visiones del mundo están presentes… es una construcción colectiva. Levantar sus muros requirió un gran esfuerzo económico y humano de cristianos, judíos y musulmanes, hombres libres y siervos. Su mantenimiento constante necesitó de la colaboración de todos. La muralla de Ávila es un símbolo de la capacidad de ver más allá de los muros de exclusión las riquezas que cada uno podemos aportar sin renunciar a nuestra identidad. Una promesa de paz, de vida, de convivencia fecunda, del esfuerzo conjunto por proteger a nuestras sociedades del miedo, el odio y la violencia.