La decisión de crear un gran Dicasterio para la Evangelización, situado por delante de la histórica Congregación para la Doctrina de la Fe, no debería asombrar; lo sorprendente es que durante tanto tiempo no haya sido así. Algo semejante ocurre con el lugar que ocupará la Caridad en la nueva constitución apostólica ‘Praedicate Evangelium’ (Predicad el Evangelio).
Lo que hace la nueva constitución es reflejar en las estructuras de gobierno las prioridades tal como se muestran en los mismos evangelios. En la vida de la Iglesia todo se ordena en función de la evangelización y de la caridad. En otras palabras, lo que se lleva a cabo es la adecuación al plano administrativo de aquello que es prioritario en el plano teológico.
Es probable que cuando el papa Francisco comenzó a plantear el tema de la reforma de la Curia vaticana, algunos pensaran con suspicacia e ironía: “Otro día te oiremos hablar sobre esto”, como le dijeron incrédulos los atenienses a Pablo en el areópago. Sin embargo, a medida que avanza el pontificado de Jorge Mario Bergoglio se ve cada día con más claridad que la transformación en la forma de ejercer la autoridad en la Iglesia es un proceso que progresa decididamente.
Estos pasos que se aproximan con la nueva constitución apostólica van en la dirección anunciada por Francisco desde los primeros días de su ministerio como obispo de Roma: una Iglesia misionera, impulsada por la caridad, sinodal en sus estructuras y caminando hacia las periferias.