Tribuna

Resonancias de la palabra feminismo

Compartir

Como ha señalado una reconocida teóloga católica de nuestro tiempo, “la palabra feminismo tiene mala fama, pero hermoso significado” (Elizabeth Johnson 2005). Las expresiones informales del papa Francisco que tocaron el tema, durante la cumbre sobre abusos sexuales en el Vaticano en febrero pasado y sus posteriores aclaraciones en la reciente entrevista con Jordi Evole, muestran lo complejo del asunto. Sí, culturalmente existe una fuerte resistencia al feminismo, porque vivimos en sociedades e instituciones marcadas por una impronta masculina dominante, comúnmente denominada “machismo”.

La relación entre feminismo y machismo es estrecha, pero presuponer que se trata de dos posiciones antagónicas y contrarias sería simplificar demasiado a la luz del avance teórico actual. En realidad, el verdadero aporte se encuentra más allá y está en descubrir el talante crítico y transformador contenido en todo auténtico feminismo: si sostenemos la igual dignidad fundamental de varones y mujeres desde el punto de vista antropológico, necesitamos de una revisión y superación del sesgo “machista” de nuestra cultura. ¿Qué es lo que está funcionando mal cuando una mujer no está habilitada a tomar la palabra o cuando es golpeada injustamente por su pareja o familiar varón? ¿Con qué herramientas conceptuales analizamos este tipo de experiencias en vistas a prevenirlas y subsanarlas? La crítica feminista ofrece una comprensión fundada acerca de los mecanismos sociales y culturales que posibilitan comportamientos asimétricos entre varones y mujeres. Este instrumental teórico sirve para desmenuzar, repensar y reformular las construcciones y los estereotipos que sostienen y reproducen relaciones injustas. Porque, conviene recordarlo, el “machismo” es un problema cultural. La misma Iglesia, al asumir el desafío evangelizador, realiza “un llamado al crecimiento” porque “toda cultura y grupo social necesitan purificación y maduración” y cita como primer ejemplo el machismo, junto a otros temas (Evangelii Gaudium 69). Por eso son tan importantes los instrumentos para un análisis crítico y la correspondiente formación de los agentes pastorales.

A estas alturas, corresponde escuchar la voz de algunas teólogas cristianas sobre el feminismo, para introducirse en una relación mayor que es la de feminismo y cristianismo. El feminismo es considerado, por ellas, como un fenómeno mundial y pluricultural, diversificado en corrientes y posiciones, un movimiento teórico y práctico que se desarrolla en diferentes contextos seculares y religiosos. El común denominador a las distintas propuestas feministas consiste en el intento de superar la opresión, la discriminación y la violencia dirigida hacia las mujeres y adquirir para ellas la igualdad fundamental que corresponde a su dignidad humana. Pero también cabe destacar que algunas vertientes del feminismo teológico han ampliado su alcance a través de una perspectiva inclusiva, al asumir la situación de las mujeres junto a los varones y a otros grupos humanos oprimidos o subalternos, hasta integrar también los retos del cuidado del medioambiente. En todo caso, nada parece más pertinente para dialogar con las diversas visiones culturales, éticas y religiosas de la humanidad.

Feminismo1

En el marco de la tradición cristiana, ya hace más de medio siglo que se viene planteando la conversación y la contribución de las teologías feministas. La irrupción de mujeres que hacen teología va impulsando la plasmación de una diversidad de formas y tipos de feminismo teológico que ya ha comenzado a despertar múltiples resonancias. Una nota de novedad en estas teologías se manifiesta al tomar, como punto de partida, las experiencias históricas de desventaja que viven las mujeres y niñas del planeta. Bastan los índices de alimentación y educación en las regiones marcadas por la pobreza y la miseria, para mostrar la inferioridad que ellas enfrentan en el desarrollo humano. La teología feminista encuentra su motor fundamental en las aspiraciones de liberación y vida plena de las mujeres y de todo ser humano, mereciendo en muchos casos por ello la caracterización de teología feminista de la liberación. Otra forma de entenderla se relaciona con su aportación de una perspectiva de mujeres, que suele desplegarse en el avance de un programa que intenta revisitar los grandes temas de la fe: Dios, Cristo, Iglesia, María, sacramentos, etc. El contexto de desigualdad de las mujeres y sus luchas para lograr una vida digna y plena puede considerarse como un lugar hermenéutico de la reflexión teológica, que ayuda a las fuentes de la teología a dar más de sí. La recepción de estos aportes se va dando con lentitud, pero aumenta en la medida de la producción teológica de las mujeres y la apertura de los interlocutores varones.

El desarrollo actual del feminismo teológico en distintas latitudes permite establecer una tipología fundamental, que se puede generalizar con algunos matices. Distinguir estos tipos de teología feminista y poder reconocerlos resulta de primordial importancia si estamos interesados en una conversación informada sobre la temática. Ante todo, cabe destacar que existe un feminismo teológico preocupado por pensar la fe en diálogo con la tradición cristiana y el contexto actual, es decir, cuyas autoras se inscriben dentro del cristianismo y buscan vivirlo desde esta posición particular. Este tipo de teología feminista puede ser muy valioso a la hora de releer las fuentes, aportar nuevos acentos y ayudar a una renovación inclusiva de los contenidos de la evangelización.  Las teólogas que siguen esta visión pueden ser más o menos reformistas o críticas, pero siempre apelan a ser reconocidas como portadoras de una subjetividad creyente adulta. Existe también otro tipo de teología feminista que se entiende a sí misma como post-cristiana, que suele calificarse como radical por no buscar un diálogo con el cristianismo.  

A pesar de su mala fama, el feminismo puede contribuir a una dignificación de la vida de las mujeres, en diversas fases y situaciones, gracias a su potencial crítico y esperanzado. Que las teologías de mujeres con frecuencia lo asuman representa un aporte específico que impacta y resuena directamente sobre el conjunto del santo Pueblo fiel de Dios.