El PSOE ha ganado las elecciones generales del 28 de abril. Sin embargo, la fragmentación del voto ha certificado no solo el final del bipartidismo, sino la necesidad de romper con la absolutización de los discursos en aras de promover la estabilidad. Así, se abre ahora un período en el que resulta de vital importancia evitar caer en el mercadeo de apoyos a cualquier precio para lograr la investidura. Los acuerdos dirigidos a conformar el Gobierno han de buscar el equilibrio y el consenso que tanto necesita el país para afrontar desafíos tales como la crisis territorial y la justicia social.
Y en este empeño por trabajar juntos por el bien común, Pedro Sánchez puede contar con la Iglesia, que ha demostrado estar a la altura en la defensa de los intereses de la ciudadanía, a pesar de los envites del Ejecutivo. Así lo han reiterado tanto el presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, como el secretario general, Luis Argüello, al prestarse a colaborar “entre todos para abordar juntos los problemas de más largo alcance que nos afectan como sociedad”. Ahora falta saber si el presidente quiere contar, o al menos reconocer, todo lo que puede aportar –y aporta ya– la Iglesia.