Aguardar en la sala de espera para entrevistar al nuevo arzobispo de Lima pasa por sentarse en un banco duro de madera. Pero no estamos solos. La compartimos con aquellos rostros “destartalados” por la economía –en palabras del propio Carlos Castillo–, quienes llegan allí con la esperanza de que el sucesor de santo Toribio de Mogrovejo se compadezca y les siga entregando una bolsa de víveres y algo de ropa.
Desde el inicio de su ministerio como obispo, viene hablando sobre la necesidad de ir a lo profundo y hacer brotar “nuevos relatos” donde la Iglesia también debería situarse: “Una de las cosas que puede desaparecer, y se lo digo con toda sinceridad, es la propia religiosidad y la manera costumbrista de creer”. Recordando las palabras del Papa durante su viaje a Perú, en enero de 2018, acerca de si se podrá mantener la misma religiosidad en tiempos de dificultad, Castillo es consciente de que, si bien la religiosidad “tiene una fuente enorme, que es su espiritualidad, si no se evangeliza y no se descubre, entonces las personas, en el momento de actuar, pierden el horizonte”.
La influencia de Gustavo Gutiérrez
Desde sus primeras declaraciones públicas, el arzobispo de Lima ha reconocido al teólogo Gustavo Gutiérrez como su inspirador. Aunque casi hay una generación que no lo conoce como en sus épocas más activas, le pedimos que él mismo explique la esencia de la Teología de la liberación y la contribución que él reconoce del padre Gutiérrez: “El aporte de Gustavo va, sobre todo, en el sentido de decirnos: ‘Esto es lo central del Evangelio, el examen del cual nos van a examinar al final de la vida’. Por lo tanto, la palabra que Dios dice, a partir de la relación con el pobre como juicio final, que es el momento decisivo de la existencia cristiana, el centro de la revelación de Dios”.
Preocupado por los casos de pederastia en la Iglesia, el prelado cree que “es necesario que todos captemos la envergadura del problema”, lo que “se debe hacer con claridad, verdad y transparencia”. “La causa de esto –añade– es una ideología clerical que ha destruido la capacidad de una Iglesia que se constituye como un instrumento de servicio para la gente. Eso tenemos que trabajarlo, y estar dispuestos a decisiones muy drásticas. Urge una profunda reforma de la Iglesia”.