En días pasados, el PNUD en México publicó el Informe de Desarrollo Humano Municipal 2010-2015: transformando a México desde lo local. El Índice que mide principalmente 3 dimensiones básicas: salud, educación e ingresos, muestra un panorama contrastante para México. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) promedio a nivel municipal ha aumentado; los municipios más rezagados han avanzado más rápidamente que el resto, y la desigualdad es ligeramente menor. No obstante, el ritmo de avance en el IDH es lento, sobre todo en salud, y la desigualdad sigue siendo amplia.
La pobreza y la falta de oportunidades, obstáculos en el ejercicio de la libertad
La alcaldía de Benito Juárez, en la Ciudad de México (0.944) tiene un IDH similar al de Suiza; mientras que Cochoapa el Grande, en Guerrero (0.420), tiene un IDH con un valor parecido al de Burundi, de 52 puntos. En otras palabras, Benito Juárez tiene un IDH 2.2 veces mayor al de Cochoapa. De los diez municipios con mayor IDH en el país, seis están en la Ciudad de México, dos en Nuevo León, uno en Oaxaca y otro en Querétaro. Su IDH es comparable al de países como Reino Unido, Israel o España. Por su parte, los municipios con menor IDH están en Oaxaca (4), Chiapas (2), Chihuahua (2), Veracruz (1) y Jalisco (1), con valores similares a países como Malawi, Etiopía o República Democrática del Congo.
La elaboración del IDH se basa en el pensamiento del Premio Nobel de Economía, Amartya Sen y su visión de una economía centrada en el ser humano. Sen es el propulsor del concepto de desarrollo como libertad, en el que la pobreza y la falta de oportunidades económicas son vistas como obstáculos en el ejercicio de libertades fundamentales.
Amartya Sen, como lo relata el Informe recién publicado; definió dos aspectos para analizar las libertades que es posible alcanzar con el desarrollo humano. Por un lado, la libertad de bienestar personal, que incluye los funcionamientos, que se refieren a las diversas cosas que una persona podría valorar ser y hacer, como ser feliz, estar adecuadamente alimentada y gozar de buena salud, así como tener respeto propio y participar en la vida de la comunidad. Por otro, las capacidades, que son los diversos conjuntos de funcionamientos o actividades (ser y hacer) que una persona puede lograr. La agencia para Amartya Sen, es la capacidad de los individuos para actuar o perseguir las metas que anhelan. Dicha dimensión del desarrollo humano es la libertad de las personas para buscar y lograr lo que consideran importante. La capacidad de agencia asume a los individuos como sujetos activos, capaces de definir sus propios objetivos, metas y propósitos.
Sen cambia así el paradigma de la forma de medir el desarrollo hasta los años 90’s mediante las medidas macroeconómicas del Producto Interno Bruto para centrar la atención en la medición de los aspectos clave que afectan la calidad de vida de las personas. Así, considera Sen que mayor desarrollo humano debe significar mayor libertad, cuya expansión implica procesos que posibilitan la libertad de acción y de elección, y que expanden las oportunidades reales que las personas gozan. Nuestra libertad de acción y de elección de acuerdo a esta interpretación económica estaría limitada por las posibilidades de nuestro entorno.
La libertad es una de las grandes aspiraciones del ser humano. Sin duda alguna ésta es una de las grandes preguntas que han permeado todas las disciplinas por siglos. Encontramos la teoría del libre arbitrio, representada por Tomás de Aquino. Referida a que el hombre se mueve a sí mismo a obrar, siendo causa de su acto, es decir, la voluntad se mueve por el fin y se mueve por sí misma a emplear un medio adecuado. Paradójicamente, la libertad es uno de los conceptos que más nos cuesta comprender, interpretar y por supuesto vivir.
La capacidad de agencia de las personas para buscar su propio bienestar
La libertad no es solamente un atributo de la naturaleza humana (presente en todo ser humano), sino un ideal, una aspiración, una conquista. No pertenece solo al orden del “ser”, sino también al “deber ser”. Por eso, el hombre debe justificar su propia elección: la libertad entendida como capacidad de actuar sabiendo lo que se hace y por qué se hace, se relaciona intrínsecamente con la responsabilidad.
Desde la fe cristiana, “la verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre. Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión (cfr Ecles 15, 14) para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a este, alcance la plena y bienaventurada perfección. La perfección humana no es un dato inicial. El ser libre debe construirla y, en este sentido, debe hacerse; si por una parte el hombre está ya constituido, por otra parte debe hacerse mediante la libertad. Afirmar que el hombre es libre, significa decir que posee la capacidad de tomar en sus manos las riendas de su propio actuar”[1]. Una idea compartida aquí con la perspectiva del IDH es la capacidad de agencia de las personas para buscar su propio bienestar. Pero Gaudium et Spes (No. 17), va más allá, apunta que “la dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal, y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa”.
Es importante también apuntar que “la enseñanza social de la Iglesia a partir de la recta concepción de la persona se ha opuesto al concepto de libertad, entendida en sentido individualista… y la ha ‘combatido’ en el terreno económico y político, con la afirmación del derecho-deber del Estado de garantizar el bien común”[2]. Si bien a la Iglesia le interesa dejar claro que la forma de administrar los bienes públicos puede crear un entorno de coacción externa en detrimento del bienestar y los derechos individuales y colectivos. Debe entenderse que la idea de libertad de los cristianos resalta la conciencia plena, el ser y deber ser, la libre elección como un acto responsable de convicción personal que tiene consecuencias e implicaciones para una comunidad. La persona autentica, es la persona plenamente libre y madura, quien se posee a sí mismo y determina las líneas de la propia existencia, no sobre la presión externa, sino sobre la base de las decisiones personales libres.
¿Podríamos con una idea de libertad revertir las tendencias del IDH en México? Esto es que los municipios que están más atrasados puedan aspirar a mejores niveles de salud, educación e ingreso. Sin duda, la búsqueda del bienestar, el desarrollo y todos otros bienes comunes están permeados por la toma de desiciones que cristianos y no cristianos hacen cada día, por el ranking de valores y por las formas de ejecutar las acciones más habituales y cotidianas. La buena noticia es que tenemos todos la potestad de nuestra elección y nuestras acciones (incluidos nuestros gobernantes, desde quien toma las decisiones macroeconómicas hasta quien cobra los impuestos en el Municipio más alejado) ojalá sea cada vez con conciencia interpersonal y menos en detrimento del bienestar de otros.
[1] R. LUCAS LUCAS, Hacerse hombre, Pug, Roma 1989, pp. 92-101.
[2] Cfr. Dicc. de Teología, vocablo “libertad”