Ciertamente, la entrevista al papa Francisco emitida semanas atrás por la televisión mexicana Televisa sacó más ronchas y malestares que nadie sospecharía. Sobre todo en la parte que aludió a la figura del excardenal McCarrick. Por otro lado, junto a esta entrevista, aparecía una declaración del obispo de la diócesis de Essen y adalid de la Iglesia ‘renovada’ alemana, Franz-Joseph Overbeck en el curso de una convención en la Facultad de Teología de Münster, que decía: “Estamos en crisis y frente a una ruptura que, quizás, es incluso más profunda que la de la Reforma, y en el comienzo de un tsunami espiritual e histórico”. En forma rotunda y clara, gran parte de los obispos alemanes le piden al Papa una serie de reformas en la moral sexual de la Iglesia. De lo contrario, si no son escuchados, el cardenal Overbeck y sus seguidores argumentan que se producirá un cisma más grande que el del propio Lutero. Entre otras cosas, en el pliego de peticiones, esgrimen: Se acepten las relaciones extraconyugales de convivencia, es decir, que el sexo fuera del matrimonio sea válido, la aprobación del sacerdocio femenino y de las relaciones homosexuales, su legalización y bendición eclesial. Además, la posibilidad que los protestantes puedan comulgar, y que los divorciados sin la nulidad y en nueva unión puedan comulgar, y también que se acepte la ideología de género. Los obispos dicen que si no se acogen sus demandas se irán de la Iglesia católica y se producirá el nuevo cisma. De hecho, en el ámbito eclesial son llamados los “cato-protestantes” o “la nueva Iglesia”.
Sin duda, que la entrevista del Papa trajo serias consecuencias. Lástima que él no se retractará, porque ha sido enfático y firme en su postura doctrinal. De hecho, en el documento de Amoris Laetitia fue contrario a la ideología de género y al LGTB. Así también se mostró en desacuerdo en cuestiones como el aborto, la eutanasia y la aprobación al matrimonio homosexual. Recientemente dijo a un grupo de hermanas que el diaconado femenino no es posible, llegando a señalar “la que quiera irse, que se vaya…”. La verdad es que, siendo coherentes con el evangelio, no se puede traicionar y dejar de ser fieles a la doctrina de la Iglesia. Qué difícil es el camino que se le pone al Papa, porque nunca se había oído de un grupo de obispos, incluso del sector más conservador, como el cardenal Gerhard Müller o Robert Sarah, decir: “aceptan esto o nos vamos…”. En cambio, estos obispos alemanes están presionando para que el papa Francisco se amilane y acceda a sus requerimientos. Se jactan de que, gracias a ellos, él de alguna manera les debe algo o, lo que es peor, por ellos llegó donde llegó; por tanto, el Papa está en deuda. Al parecer, para estos obispos alemanes no mella en nada que pueda estar yendo en contra de la Tradición y la Palabra de Dios. Desgraciadamente, es una situación complicada y difícil para el papa Francisco, que como vicario de Cristo ha de esforzarse por la unión y evitar todo cisma. No obstante, es impensable que él ceda, ya que no puede ir en contra de sus principios y de lo que él mismo ha dicho: “ser conservador en la doctrina”.
Esta situación me hace recordar aquel pasaje del evangelio de Lucas 11, cuando Jesús se ve enfrentado a los fariseos y escribas y les recrimina su hipocresía. A los fariseos, por esmerarse tanto en la puntualidad del tributo sobre cosas tan mínimas como las hierbas aromáticas frente al descuido e indiferencia por la limosna, la justicia y la generosidad. Y a los escribas, por creerse mejores que los demás, ya que poseen el conocimiento de las Sagradas Escrituras y la capacidad de interpretarla; sin embargo, se han alejado del Dios vivo y verdadero. Finalmente, solo han conseguido obstaculizar el acceso del pueblo a Dios. De la misma manera ocurre con los obispos alemanes que actúan con hipocresía. Creen que siendo “permisivos” con la sociedad de hoy, pasando por alto algo tan delicado y frágil como la moral sexual de la Iglesia, esto va a atraer mayor cantidad de fieles, pero lamentablemente esta misma decisión tomaron las iglesias protestantes de Inglaterra y Bélgica, como también la Iglesia anglicana, y no dio resultado: el estallido y la huida de fieles fue en aumento.
A nuestra Iglesia la avalan dos mil años de Tradición que el Papa no puede tirar a la basura y ser infiel a la doctrina. Es cierto que los cismas son terribles y verdaderas tragedias, pero no se puede echar por la borda así como si nada la tradición y la doctrina del Señor. Lo dijo en un momento el propio papa Francisco: “esto es así y al que no le guste que se vaya”. No se puede decir en nombre de la evolución del dogma ─como argumentan los obispos alemanes─ que lo que antes era verdadero ahora es falso, o al revés. No se puede mantener la unidad a cualquier precio; por tanto, el papa Francisco solo busca ser consecuente consigo mismo y la Iglesia. Y aunque pague un costo alto y se pierdan fieles, no hará algo contrario a las enseñanzas de Jesús.