La Santa Sede ha dado a conocer el ‘Instrumentum laboris’ que busca iluminar el Sínodo especial para la Amazonía, que se celebrará el próximo mes de octubre. Basta con echar un vistazo al documento para constatar que dista sobremanera de los textos preparatorios de anteriores convocatorias sinodales. Si bien en otras ocasiones abordaban una panorámica más o menos pormenorizada y más o menos realista de la cuestión a tratar, resultaba harto complejo desmenuzar en ellos propuestas que superaran enunciados crípticos o genéricos.
Sin embargo, el ‘Instrumentum laboris’ para el Sínodo Panamazónico rompe, en fondo y forma, en tanto que se presenta como una guía detallada y sin ambages en la que se describen uno a uno los retos a los que se enfrentan las comunidades indígenas, y se plantea una batería de sugerencias prácticas que la Iglesia estaría llamada a secundar para hacerse una con ellas. Así, una a una, se desmenuzan todas las amenazas para los pueblos originarios y sus territorios, desde el neocolonialismo que lleva a la destrucción extractivista, al éxodo migratorio pasando por el papel de la familia, la educación, la salud, la celebración de la fe…
Este esquema de medidas es el resultado de un trabajo previo ampliamente participado por los propios actores implicados a través de los diversos organismos panamazónicos, lo que se traduce en una visión clara de la importancia de generar una nueva conciencia que tenga como base la ecología integral planteada por el Papa en ‘Laudato si’’.
O lo que es lo mismo: el Sínodo ya lleva un largo recorrido en la Amazonía y el proceso de discernimiento se ha puesto en marcha mucho antes de que se le dé el pistoletazo oficial de salida en Roma. Solo así se explica que se formulen con naturalidad planteamientos tales como que la Iglesia deba aliarse con otros agentes sociales frente a los poderes públicos y las multinacionales que abusan de la Casa Común, así como la urgencia de inculturar la liturgia o traducir la Biblia a las lenguas locales, o también la necesidad de dar voz a los indígenas a través de medios de comunicación eclesiales.
Y, entre todas las propuestas para configurar una Iglesia con rostro amazónico y misionero, se presenta la posibilidad de la ordenación sacerdotal para líderes locales y el reconocimiento del papel de la mujer. Bien es verdad que el epicentro de este Sínodo no pueden ni deben ser únicamente los ministerios ordenados. Flaco favor se haría a los demás ingentes desafíos. Pero tampoco debe arrinconarse como si se tratara de una cuestión menor, colateral y, mucho menos, tabú. Si en algunos despachos de Roma y de Europa, el mero hecho de abordar el tema ya es excusa para posicionamientos cismáticos cargados de miedo y de ideología, caer en esta trampa impediría abordar con madurez el problema, al margen de la decisión final que adopte Francisco. Antes bien, no estaría de más escuchar la voz de un laicado que ha asumido el liderazgo de sus comunidades y palpar la frescura de unas Iglesias locales capaces de responder con fidelidad creativa a las limitaciones a las que se enfrentan.
El viento del Espíritu que aupó a Jorge Mario Bergoglio al frente de la barca de Pedro sopla también desde el Amazonas para plantear nuevos modelos de ser Iglesia solícita, tanto al grito de la Madre Tierra como al de los más vulnerables que la habitan. Y lleva a contagiar este aire nuevo más allá, en tanto que esta opción preferencial por los pobres y esa invitación a ser Iglesia en salida que se traduce en el centenar de sugerencias que recoge el ‘Instrumentum laboris’, no puede ni debe quedar circunscrito a las fronteras americanas. Es más, el texto subraya que “la evangelización en la Amazonía es un banco de pruebas para la Iglesia y para la sociedad”. En manos de los padres sinodales está corresponder con la misma impronta profética con la que se ha elaborado este ‘Instrumentum laboris’ para que el Sínodo sepa interpretar los signos de los tiempos y leer el Evangelio que brota de la vida en la Amazonía.