La audiencia general celebrada este miércoles en la Plaza de San Pedro del Vaticano, la última antes de la habitual pausa estival durante el mes de julio, estuvo marcada por el intenso calor, lo que llevó a los organizadores a ubicar a los enfermos en el Aula Pablo VI para que estuvieran allí más frescos mientras seguían la catequesis del papa Francisco por medio de una pantalla gigante.
Siguiendo con su ciclo de meditaciones dedicadas a los Hechos de los Apóstoles, el Pontífice les habló a los miles de fieles y peregrinos congregados de las “cuatro pistas del buen cristiano”. Son aquellas personas que “escuchan asiduamente la enseñanza apostólica”, “practican un alto nivel de relaciones interpersonales también a través de la comunión de bienes espirituales y materiales”, “hacen memoria del Señor a través de la Eucaristía” y “dialogan con Dios en la oración”.
Francisco recordó cómo las comunidades cristianas primitivas daban la espalda al individualismo “para favorecer el intercambio y la solidaridad”, a diferencia del resto de la sociedad, donde “se tiende” a seguir “los propios intereses incluso en detrimento” del prójimo. “Si tu corazón es egoísta no eres cristiano: eres una persona mundana, que solo buscas tu favor, tu beneficio”, destacó.
Fermento de un mundo nuevo
Fue la “gracia bautismal” la que consiguió que aquellos primeros cristianos dejaran la “conciencia aislada y de la autorreferencialidad”, de manera que fueran disminuyendo “las rivalidades entre jóvenes y viejos, hombres y mujeres, ricos y pobres”. La Iglesia, por tanto, alberga así una comunidad “capaz de compartir con los otros no solo la Palabra de Dios, sino también el pan”. Se convierte en “fermento de un mundo nuevo, en el que florece la justicia, la solidaridad y la compasión”.
Al final de su catequesis, el Papa aseguró que la liturgia no es “un aspecto más” de la Iglesia, sino “la expresión de su esencia, el lugar donde nos encontramos con el Resucitado y experimentamos su amor”.