En un artículo aparecido en el diario El País el pasado 4 de julio, firmado por Esperanza Balaguer, se habla de los orígenes de la bandera del arco iris, el emblema del movimiento LGTBI. Allí se mencionan dos hipótesis. La primera hace referencia a la película ‘El mago de Oz’ (1939), donde Dorothy Gale –Judy Garland– cantaba “en un lugar sobre el arco iris”, que años más tarde inspiraría al activista Gilbert Baker el motivo para la bandera del colectivo homosexual.
La segunda hipótesis es que ese arco iris no es sino una adaptación de la bandera de la raza humana usada por el movimiento hippy en los años sesenta, que contaba con rayas horizontales de color rojo, negro, marrón, amarillo y blanco.
En todo caso, en el artículo no se menciona el arco iris de la Biblia, que aparece en el penúltimo episodio del ciclo de Noé, cuando Dios hace una alianza con el patriarca y promete no volver a destruir la tierra con otro diluvio: “Cuando traiga nubes sobre la tierra, aparecerá en las nubes el arco y recordaré mi alianza con vosotros y con todos los animales, y el diluvio no volverá a destruir a los vivientes” (Gn 9,14-15). El sentido de este arco parece que debe entenderse como que Dios “cuelga” el arco guerrero en las nubes como señal de paz.
Ignoro si este arco iris bíblico está en la base de ‘El mago de Oz’ o de la bandera hippy, y, por tanto, del movimiento LGTBI. Desde luego, no sería nada extraño. Y ciertamente no sería el único caso en el que un episodio bíblico sirve de inspiración de una bandera. Me refiero a la bandera de Europa, la de las doce estrellas sobre fondo azul (donde las estrellas no simbolizan a los países integrantes, como en la bandera de los Estados Unidos). Como se sabe, en 1955, el francés Arsène Heitz ganaba el concurso de ideas para la bandera del Consejo de Europa. Y él se inspiró en el famoso episodio narrado en el libro del Apocalipsis: “Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Ap 12,1). Esta mujer, que inicialmente simboliza a la Iglesia, acabará representando también a la Virgen María. De hecho, esta va a ser la representación clásica de la Inmaculada Concepción.