El pasado junio, 49.067 peregrinos llegaron a Santiago de Compostela, cifra que deja muy atrás a los de junio de 2010, último Año Santo, cuando fueron 33.757. A pie, a caballo, en bicicleta, o silla de ruedas no dejan de llegar al sepulcro del Apóstol, a pesar de que la catedral esté sometida a una restauración integral de la que la fachada hacia la plaza del Obradoiro y la recuperación de la policromía del Pórtico de Gloria son los frutos más visibles hasta el momento.
Mientras siguen los trabajos y crecen los rumores de una visita del papa Francisco, el cabildo trata de estudiar cómo hacer posible una atención pastoral más cercana a los peregrinos. El deán de la catedral, Segundo L. Pérez López, señala que estos están aumentando de forma exponencial, “ya este año hay 30.000 más que el año pasado”, lo que hace que crezca una “preocupación, porque hay grandes espacios, pero se van quedando pequeños”.
“Una herida abierta”
La riada de peregrinos que se agolpan en torno al Apóstol no hace olvidar la “herida abierta” –expresión del arzobispo Julián Barrio– que supuso el robo del Códice Calixtino en 2011, y cómo transcendió el descontrol de dinero por parte del personal de la seo. El periodista Luis Rendueles ha publicado ‘Los ratones de Dios’ (Sin Ficción) con la documentación de la investigación policial en la que se recogen imágenes de los escandalosos robos. Esto afectó al cabildo y los donativos se redujeron, según el deán, entre un 30% y un 40% los años siguientes.
Desde entonces, en la catedral han tratado de hacer los deberes, con el nombramiento de una administrador seglar y un mayor control contable. Tras las inversiones en el nuevo centro de peregrinos, comenzaron a subir las aportaciones en este lugar –frente a las colectas de la catedral, donde la confianza ha tardado más–. La renovación total del control del dinero, que se ingresa directamente en la entidad bancaria tras tecnificarse todos los procesos, y la nueva compañía de seguridad han sido claves en este proceso de transparencia.