Tribuna

Discernir frente a las tensiones del proceso sinodal amazónico

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Al discernir desde el Espíritu de Dios –en clave de unidad, caridad y paz–, frente a las tensiones del proceso Sinodal Amazónico, vienen a mi memoria las palabras de san Pablo: 

“Y aunque tuviera el don de hablar de parte de Dios y conociera todos los misterios y toda la ciencia; y aunque mi fe fuera tan grande como para mover montañas, si no tengo amor, nada soy (…) Porque ahora conocemos de modo imperfecto, lo mismo que es imperfecta nuestra capacidad de hablar de parte de Dios” (1 Cor. 13, 2 y 9-10).

Mirada de contexto 

Me parece natural, y hasta deseable, que haya voces diversas (incluso de disenso) en este proceso sinodal amazónico. Esto refleja muy bien la riqueza amplia de nuestra Iglesia. En un camino sinodal, si ha de ser fiel a su función esencial, deben ser bienvenidas todas las voces, siempre y cuando tengan una recta intención y sean para el bien de la Iglesia y de su misión. 

Este Sínodo Amazónico, que porta consigo varios rasgos de novedad, está en comunión plena con la Constitución Apostólica ‘Episcopalis communio’ del papa Francisco. Quizás alguno de sus rasgos más definitorios, y que puede ser la razón de cierta inquietud o incomprensión por parte de algunos sectores de la propia Iglesia y fuera de ella, es que es un Sínodo que viene de la periferia al centro. 

La Amazonía, y la propia región Sudamericana con su rica y particular caminata eclesial, representa a los márgenes que buscan contribuir con el centro para su purificación como acontece en tantas ocasiones en el Evangelio de Jesús. Por ningún motivo es un proceso en el que esta periferia pretenda tomar el lugar del centro; de hecho, esto sería totalmente indeseable. Esta periferia trae consigo lo que tiene y lo que es, y con ello quizás podría ofrecer algunas luces para el momento presente que pide cambios urgentes ante los enormes desafíos tanto para la Iglesia, como para la sociedad global en su conjunto.

Sería muy positivo que todos y todas quienes hemos participado del proceso de preparación hacia el Sínodo Amazónico, o quienes tengan un interés genuino en el mismo, podamos leer y orar algunas pistas del Concilio Vaticano II como precondición para hacer nuestras contribuciones. Todo ello bajo la premisa de ser una Iglesia de Cristo en la diversidad, y donde existe un solo Colegio Apostólico que une al Sumo Pontífice y a los Obispos:

“Ya la más antigua disciplina, según la cual los obispos esparcidos por todo el orbe comunicaban entre sí y con el Obispo de Roma en el vínculo de la UNIDAD, de la CARIDAD y de la PAZ” (‘Lumen gentium’, 22).

Al recibir cualquier posicionamiento con respecto al Sínodo Amazónico, y valorar su recta intención, ayudará mucho identificar si proviene del deseo de promover estas tres actitudes y condiciones imprescindibles: UNIDAD, CARIDAD y PAZ. No debemos preocuparnos por las divergencias, insistimos en que ellas son de hecho potencialmente buenas, pero algo que debe ser absolutamente claro es el preguntarnos si ellas se plantean desde estos tres elementos tan bellamente expresados en el Concilio Vaticano II, y a veces poco vivenciados.

Amazonía peruana

Claves de un discernimiento sinodal

El discernimiento de espíritus es un camino para hallar y seguir la voluntad de Dios, según lo he aprendido y experimentado en mi propio servicio de acompañar en el sentido amplio y desde la tradición de san Ignacio de Loyola. Se trata de distinguir lo que viene del buen Espíritu que conduce a más plenitud, más sentido de vida, mayor paz interna y comunión; y por el contrario, lo que viene del mal espíritu que es lo opuesto, lo que produce confusión, pérdida de sentido y ruptura interior negativa. 

Partiendo de eso, vale la pena invitar a toda la Iglesia, sea de la Amazonía o no, a entrar en una actitud genuina de discernimiento sinodal para buscar y hallar la voluntad de Dios. 

Con esto se espera no caer en la trampa (treta) de entrar en controversias antes del discernimiento de la asamblea sinodal en donde podríamos ser distraídos por la estridencia de ciertas posiciones que no enriquecen el proceso. Pedir para los padres sinodales y todos los asistentes a la asamblea que sepamos identificar lo que es de Dios y represente una “consolación espiritual”: aumento de esperanza, fe y caridad, y alegría interna que atrae las cosas de Dios; y lo que por el contrario no es de Dios que exprese una “desolación espiritual”: oscuridad en el alma, turbación (inquietud destructiva), lo que nos inclina a la desconfianza y al sinsentido.

En la reflexión del ‘Instrumentum laboris’ (Documento de trabajo), y todos los contenidos asociados al Sínodo Amazónico, estamos llamados a hacer una lectura seria y profunda. Debemos discernir con valentía, ánimo y libertad interior aquello a lo que Dios nos llama en este momento que reconocemos como un verdadero Kairós. Un tiempo especial y propicio para reconocer la revelación de Dios para la Amazonía y para la misión del seguimiento del Señor de toda la Iglesia.

Algunos peligros 

Descalificar el ‘Instrumentum laboris’ es despojar al proceso sinodal de su innegable valor de discernimiento y su potencial fuente de novedad, más aún cuando éste todavía está en marcha. 

Ante una porción amplia del Pueblo de Dios que ha participado con sus esperanzas y fragilidades en la consulta sinodal, y de quienes está sin duda reflejado su sentido de fe en el creer (‘sensus fidei in credendo’) en el ‘Instrumentum laboris’, la invitación es a sacarse las sandalias y abrir oídos y corazón para ver qué podría estar diciendo Dios desde ellos para el bien de toda la Iglesia. Es necesario quitar toda actitud de sospecha preexistente que impida al Espíritu expresarse como brisa suave. 

papa Francisco viaje Perú Puerto Maldonado con pueblos Amazonía 19 enero 2018

1. Hay un peligro de pretender ‘atar’ al Espíritu para que antes de que suceda el discernimiento sinodal en la asamblea de octubre se le impongan límites, restricciones o cadenas. Querer someter al Espíritu en función de voluntades particulares sería infructífero y podría limitar la libertad en el camino sinodal. 

Es necesario comprender el proceso, sus etapas, y ahí identificar que tanto el Documento Preparatorio (Lineamenta) y el Documento de Trabajo (‘Instrumentum laboris’), son medios, no fines. Es decir, son como el grano de trigo que de cierta forma debe morir para dar fruto. No son documentos finales, y son reflexiones resultantes de un largo proceso con una amplísima participación, que han de ser ayuda para el discernimiento ‘tanto, cuanto’ nos permitan encontrar lo que Dios pide del proceso. 

Es muy importante recordar también que el Sínodo es un instrumento para acompañar al Papa en su servicio a la Iglesia. Un factor determinante para que este dé buenos frutos es la genuina disposición para la comunión. 

En este sentido, es bueno retomar la siguiente referencia del Concilio Vaticano II: “El Colegio o Cuerpo de los Obispos, por su parte, no tiene autoridad, a no ser que se considere en comunión con el Romano Pontífice, sucesor de Pedro (…)” (‘Lumen gentium’, 22).

2. El Documento de Trabajo (‘Instrumentum laboris’) del Sínodo es el resultado de un proceso intenso, serio, y muy orado, en clave de COLEGIALIDAD. Es un documento elaborado luego de una extensa consulta (quizás sin precedentes en la historia reciente de la Iglesia) como ya se ha expresado, y que ha sido reflexionado, debatido y aprobado por un Consejo Presinodal instituido por el papa Francisco para este fin. 

En él han participado obispos representantes de la Amazonía por el foco particular de este Sínodo; obispos y representantes de instancias especializadas que han acompañado la misión de la Iglesia en este territorio; obispos con especial sensibilidad sobre el tema o que aportan criterios desde otras realidades fuera de la Amazonía; autoridades y altos representantes de instancias del Vaticano por su relación con el tema; y el propio papa Francisco que lo preside. Asimismo, en apoyo a esto han participado también la Secretaría del Sínodo de los Obispos como instancia organizadora, y expertos del territorio y de Roma. 

Es muy importante valorar esta expresión de colegialidad y reconocer su riqueza, ya que los cuestionamientos que puedan venir deberían siempre tomar en cuenta el sentido colegial del proceso que es inherente al modo de ser eclesial. En este mismo sentido ayuda volver a las directrices del proceso conciliar del Vaticano II, las mismas que siguen iluminando este y todo proceso sinodal en su preparación y al integrarse en Asamblea:

“Este Colegio, en cuanto compuesto de muchos, expresa la variedad y universalidad del Pueblo de Dios; y en cuanto agrupado bajo una sola Cabeza, la unidad de la grey de Cristo” (‘Lumen gentium’, 22).

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3. Más allá de contenidos específicos del documento que son considerados ‘polémicos’ o la posible apertura hacia algunas vías ministeriales que respondan más adecuadamente a la situación tan urgente y particular de la Amazonía, lo que al parecer subyace muchas de las preocupaciones acerca del ‘Instrumentum laboris’ del Sínodo es la tensión existente entre la revelación del Espíritu y los cambios que ello puede traer a partir del sentido de la fe del propio Pueblo de Dios, su “sensus fidei”, y algunos elementos de la doctrina que, pensados para la Amazonía, requerirán cambios reales a la luz de un sincero discernimiento sinodal. 

En el Concilio Vaticano II hay una afirmación que da claras directrices en este sentido, las cuales nos pueden ayudar a superar los temores y las tensiones, y a entrar con una genuina actitud de discernimiento a la luz del Magisterio:

“El Pueblo Santo de Dios participa también de la función profética de Cristo, difundiendo su testimonio vivo (…) La totalidad de los fieles, que tienen la unción del Santo (cf. I Jn 2,20 y 27), no puede equivocarse cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo cuando –desde los Obispos hasta los últimos fieles laicos– presta su consentimiento universal en las cosas de fe y costumbres” (‘Lumen gentium’, 12). Este punto es retomado con claridad por el papa Francisco en el No. 5 de la Constitución Apostólica ‘Episcopalis communio’.

Y, en ese mismo sentido, en unas líneas más abajo en el mismo documento se afirma que el Espíritu Santo no solo santifica y dirige al Pueblo de Dios en sacramentos y ministerios, sino que: “distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Cor. 12,11) sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia (…)”  (‘Lumen gentium’, 12).

En el Sínodo Amazónico hay una tensión necesaria y natural entre el ineludible ámbito pneumatológico (de la revelación de Dios en el sentido de fe –sensus fidei– a través del Pueblo que es infalible cuando cree) y sus implicaciones sobre algunos lineamientos Doctrinales. 

En un discernimiento bien llevado nunca se pretende que uno de los lados salga triunfante sobre el otro, de hecho, no existen lados opositores porque se trata de buscar aquello que más conduce al proyecto de Dios. Este es el gran peligro con las posiciones que se quedan en los extremos o en descalificativos, las cuales no permiten el diálogo y no dan espacio para la novedad.

De lo que se trata, y a lo que nos sentimos invitados, es de identificar lo propio de Dios en este camino progresivo de revelación puesto en clave de fidelidad al Espíritu, y que sea, por tanto, también un enriquecimiento para el permanente avance de la disciplina doctrinal que debe ser como el sábado para el hombre, y no viceversa. 

Hemos de caminar sin temor a lo nuevo, en respeto de nuestras fuentes y de nuestras raíces, para que crezca con más fuerza la presencia de Dios en el mundo, en sus pueblos y en la Amazonía, y se fortalezca la misión de la Iglesia por el Reino de Cristo en este territorio.