El pasado 25 de julio Pedro Sánchez perdía la votación en el Congreso que le permitiría ser investido presidente del Gobierno. Aunque ha puesto en marcha la cuenta atrás para la repetición de elecciones, el candidato prevé nuevas negociaciones. La tensión y ataques vividos en estas semanas vienen a reflejar la incapacidad de unos y otros para admitir que la fragmentación del arco parlamentario –fruto de la diversificación del voto– ha propiciado el fin del bipartidismo y, por tanto, de las mayorías absolutas independientes. Los partidos parecen no entender que la negociación se ha convertido en una herramienta esencial para forjar la estabilidad que precisa el país. El diálogo, la generosidad y la renuncia a postulados egoístas, que no a los principios, se convierten en pilares fundamentales para forjar una cultura del encuentro al estilo Francisco.
Obligar a los españoles a volver a las urnas en noviembre sería un fracaso para la democracia, pero, sobre todo, para una clase política, que justificaría la desafección de la ciudadanía y propiciaría un caldo de cultivo para agitar sentimientos populistas y nacionalistas de todo signo. Los españoles ya votaron hace tres meses y delimitaron el terreno para formar Gobierno, con el actual reparto de escaños, no otro. Tiempo más que suficiente para propiciar un Gobierno de coalición o con apoyos puntuales. Por eso, no resulta de recibo haber jugado con estos plazos para forzar la máquina. Una falta de altura de miras de todos y cada uno, no solo de quienes han negociado la frustrada investidura. Quienes han asistido como espectadores desde su bancada, también son cómplices. Porque durante el debate en el Congreso no se habló de proyectos de país, tan solo de reparto de sillones y dardos envenenados.
Desde hace tiempo, una y otra vez, el presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, ha reivindicado el espíritu de la Transición, basado en la búsqueda del bien común. Lo reitera ahora, en declaraciones a Vida Nueva, el secretario general de los obispos, Luis Argüello, quien clama por el consenso para evitar nuevos comicios, amén de instar a que se centre la negociación en las cuestiones cruciales: desde el urgente pacto social, la reforma educativa, el futuro de Europa o la cuestión migratoria.
A la vista de lo ocurrido tras la fallida investidura, no parece que los líderes políticos hayan tomado nota y continúan enfrascados en su lucha por el poder. Hacer oídos sordos de lo que les reclama la calle se volverá contra ellos. La petición no es otra que cumplir con la tarea democrática de corresponder al mandato del pueblo: hacer posible la convivencia social. Tienen un mes por delante para lograrlo, para ser hombres y mujeres de Estado.