El nuevo curso
Vuelve septiembre y con él la vuelta al cole. Este verano se prometía tranquilo en lo que a debate religiosos se refiera tras lo que ha sido los últimos años. Parecía más o menos enterrado el tema del traslado de la sepultura de Franco tras el rifirrafe del nuncio y la vicepresidenta y con el discurso de investidura de Sánchez más neutro del líder del PSOE en lo que a libertad de conciencia y laicidad se refiere –el titular de Vida nueva era elocuente al respecto: “El discurso de investidura de Pedro Sánchez: ni una mención a la Iglesia en dos horas”–.
Esta calma tensa se ha roto con el siempre socorrido tema de las inmatriculaciones y la nueva subasta que han abierto los pactos autonómicos. Podemos y otras fuerzas de izquierda no iban a pasar de puntillas sobre el tema como hizo el presidente en funciones en el Parlamento al tratar de justificar sus equidistancias con las derechas –nuevas y viejas–. Las intenciones en Navarra ya se han empezado a ver con los acuerdos para formar el Ejecutivo de María Chivite. Otras comunidades no están exentas de seguir caminos similares mientras se resuelven los recursos que han ido interponiendo las distintas diócesis y plataformas de profesorado de Religión católica.
Además, tras la investidura fallida la formación morada, que ha recogido sus líneas rojas de exigencias en un documento de 119 páginas que ha hecho público, supedita –entre otros temas– su apoyo al PSOE en el hecho de que “la religión quedará excluida del horario escolar obligatorio y no se tendrá en cuenta para la media en ningún nivel educativo”. Así se lee textualmente, siendo necesaria la denuncia de los acuerdos vigentes con la Santa Sede en materia educativa –cosa que no se pide abiertamente en el documento, dejando de lado el mantra contra el concordato–. Se presenta entonces movidito el curso a la espera de una estabilidad política que se hace difícil y más para tratar cosas con calmas como el de la religión en la esfera pública y el de una clase como este en el mundo educativo actual.
Las orientaciones
Al terminar el curso pasado, la revista ‘Religión y escuela’ dedicaba gran parte de su contenido a hacer balance de los 40 años de un documento fundamental y de referencia en lo que a la clase de religión se refiere, las “Orientaciones pastorales sobre la enseñanza religiosa escolar”. Un texto de 26 páginas firmado el 11 de junio de 1979 a instancias de la Asamblea Plenaria elaborado por la delegación de enseñanza al frente de la cual estaba José Manuel Estepa Llaurens, obispo auxiliar de Madrid. Junto a él formaban la comisión Emilio Benavent, arzobispo castrense; Demetrio Mansilla, obispo de Ciudad Rodrigo; Teodoro Cardenal, obispo de Osma-Soria; Antonio Palenzuela, obispo de Segovia; Jesús Plá, obispo auxiliar de Valencia; Jaime Campodrón, obispo de Gerona; Juan María Uriarte, obispo auxiliar de Bilbao; y Antonio María Rouco Varela, obispo auxiliar de Santiago de Compostela.
El documento, que lleva como subtítulo “su legitimidad, carácter propio y contenido”, es la carta fundacional de la clase de religión moderna y adaptada al nuevo concepto de enseñanza abierto y no confesional. La constitución española y los últimos acuerdos parciales con la Santa Sede son el marco idóneo en el que estas orientaciones sitúan los principios necesario de la clase de religión tanto en centros estatales como en la propia escuela católica.
Al documento tuvo que seguir el cambio de mentalidad, comenzando por los propios obispos y delegaciones diocesanas responsables del profesorado de religión. Pero el camino de estos 40 años da buena cuenta del esfuerzo pedagógico que se ha hecho en cuanto a la clase de religión a pesar de las resistencias internas y los condicionantes externos.
Los alumnos
No sé si del todo estarán en este debate público los 3.303.193 alumnos que han asistido a clase de Religión católica el curso 2018-2019, según los datos de la Comisión Episcopal de Enseñanza. Unas cifras que revelan que “a pesar de las dificultades por las que pasa la enseñanza de Religión, el 62% de los alumnos han elegido cursar la asignatura”, dicen desde el Episcopado.
De momento, no se sabe cuando llegará una ley educativa nueva o unos decretos que añadan correcciones que contribuyan a un mayor descrédito en el organigrama educativo. La dispersión autonómica no ayuda a desarrollar campañas conjuntas o una actuación judicial más coordinada, sin embargo los 20.000 profesores de Religión volverán a luchar en las aulas y en las salas de profesores por hacer realidad esos principios que hace 40 años dieron la cara por una asignatura importante, significativa, culturalmente relevante y existencialmente profunda. Al menos eso espero transmitir yo a mis alumnos de Religión de 1º y 2º de la ESO a los que me encontraré la semana que viene.