La entrada de Francisco en la montaña-santuario de María, Reina de la Paz en Isla Mauricio ha sido lo más parecido a la de Jesucristo en Jerusalén aunque no estamos en el Domingo de Ramos. La Iglesia católica de este archipiélago ha tenido la feliz iniciativa de plantar decenas de miles de plantas y palmeras para conmemorar la visita del Romano Pontífice y ha distribuido miles de palmas a los fieles para que saludaran con ellas a Jorge Mario Bergoglio acompañándole con cantos, danzas y ondear de banderitas mientras les bendecía desde el papamóvil.
En vez de en la catedral de la capital Port-Louis, se ha preferido celebrar la Eucaristía en esta montaña coronada por una estatua en mármol de Carrara de María que los mauricianos erigieron en 1940 para agradecer a la Virgen haberles evitado la participación en la II Guerra Mundial. A sus pies se suceden una serie de terrazas intercaladas por grandes macizos de flores, de manera que el escenario no podía ser más colorista y ecológico.
El 9 de septiembre se celebra el 155 aniversario de la muerte de Jacques Desiré Laval, que fue el primer beato elevado a los altares por san Juan Pablo II pocos meses después de su elección. El francés padre Laval es un héroe nacional, puesto que gracias a sus conocimientos –había sido médico antes de ser ordenado sacerdote– salvó muchas vidas en las sucesivas epidemias de cólera que asolaron la isla en 1854, 1857 y 1862; fundó numerosos hospitales y abrió escuelas, pero, sobre todo, se entregó a la evangelización de los indígenas de la isla y por eso es conocido como “el apóstol de los negros”. Sus reliquias habían sido colocadas delante del altar donde se celebraba la Misa.
Sin canonización… por ahora
Al referirse a él en su homilía, Francisco destacó que “sabía que evangelizar suponía hacerse todo para todos; aprendió el idioma de los esclavos recientemente liberados y les anunció de manera simple la Buena Nueva de la salvación”. “Al pie de este monte –añadió–, que hoy quisiera que fuera el monte de las Bienaventuranzas, también nosotros tenemos que recuperar esta invitación a ser felices. Solo los cristianos alegres despiertan el deseo de seguir ese camino”.
A primeras horas de la tarde está previsto que el Papa visite el santuario del Padre Laval, situado en la periferia de la ciudad y al que cada día del año acuden muchos fieles –católicos, cristianos, hindúes, musulmanes– a solicitar su intercesión para resolver sus problemas. Algunos esperaban que Francisco anunciase su canonización, que pudiera estar próxima, pero sus esperanzas se han visto frustradas; al menos por ahora.