Más de un millón y medio de venezolanos han entrado en Ecuador en los últimos dos años. Es un país de paso, ya que solo alrededor de 340.000 permanecen en territorio ecuatoriano, de ellos 230.000 residen de forma irregular y en situación de vulnerabilidad. Son los datos que maneja el Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana. Carmen Sáez y Carlos Salas ponen rostro a las estadísticas.
Estos venezolanos del estado de Valencia llevan apenas unos días en Ecuador. No se conocen. Quién sabe si se vieron en el camino… Ambos vinieron caminando a través de Colombia. Y hoy pasan la noche en la Casa del Migrante Buen Samaritano de Sucumbíos, un oasis en esta travesía para los miles de migrantes venezolanos. Una vez más, Cáritas al rescate.
“Salí de Venezuela por la situación económica”, dice Carmen, de 36 años. Lo hice con sus tres hijos y su hermano. Un saldo de 17 días andando por Colombia, donde “los hermanos colombianos nos ayudaron mucho”. Ella relata su historia sin perder la sonrisa, con su pequeño de tres meses, Axel Josué, en brazos.
Una señora “enviada por Dios”
“No sabía que existía este refugio”, indica. Pero “me encontré a una señora en el camino, enviada por Dios, que me habló de esta casa y llamó y preguntó para ayudarnos”, explica sobre la casa de Cáritas Sucumbíos en la que pueden establecerse por tres noches, ya que es un recurso de tránsito. Ahora quiere quedarse en Lago Agrío, donde se encuentra la casa.
En esta travesía, su hijo de 17 años es quien le empuja cuando le invade la desesperanza: “Mamá, así tengamos que vender chupetes en la calle, lo haremos y saldremos adelante”. Uno de los momentos más duros del viaje fue cuando Axel comenzó a arder en fiebre. “Yo me sentía culpable porque yo tengo una casa y mi hijo estaba en la calle enfermo…”, rememora. Su hijo, otra vez la animó con una frase sin opción a réplica: “Mamá, teníamos casa, pero no comida”.
Carlos (47 años) es otro de los venezolanos que se encuentra en la casa que, aunque no es solo para ellos, la realidad es que se han convertido en la nacionalidad mayoritaria en un hogar que puede albergar hasta a 40 personas. “Incluso hemos llegado a tener a 44 durmiendo, porque no podemos dejar a nadie en la calle”, relata Adanis Camero, también venezolana, que es una de las dos mujeres responsables de la casa.
Este venezolano de 44 años pasa ya su última noche en la casa, antes de volver a las oficinas de Cáritas para solicitar ayuda para llegar hasta Guayaquil. “Allí tengo a unos primos que me van a dar casa y trabajo”, explica. De esta manera, “podré enviar dinero a mi mujer y mis dos hijos”, mantiene.
Su periplo comenzó el 16 de agosto. Siempre caminando. 27 días después cruzó la frontera ecuatoriana. “Dejé atrás a mi primo y su mujer, que en Cali se quedaron porque no podían caminar más. Yo, pese a las ronchas de los pies, continué”, relata.
“En Venezuela no se puede más”
“Me vine porque en Venezuela ya no se puede más…”, dice apenado. Hace cinco meses sufrió un infarto, necesita tomarse una medicación de por vida, pero en su país solo le recetaron el tratamiento para dos semanas. No hay medicinas. Por eso, “quiero llegar a Guayaquil para trabajar y poder comprar las medicinas, pero también para enviar dinero, porque es muy duro no saber si tu mujer y tus hijos hoy han comido o no…”, explica.
Espera poderlos traer algún día, pero no va a ser a corto plazo: “Mi mujer no quería que me fuera, pero, al final, entendió que no había otra solución”.
“No creo en el Gobierno ni en la oposición”
No evaden ambos la situación política de su país. “No creo en el Gobierno ni en la oposición, porque ninguno ha hecho nada por los venezolanos”, afirma con rotundidad Carlos. Por su parte, Carmen recuerda la “emoción” al principio de aparecer en escena Juan Guaidó, pero “es que con Maduro no se puede…”, sostiene.
Y continúa: “Siempre van a ganar. En Venezuela dan bono por todo. Nos hemos acostumbrado a vivir del bono. No se paga agua, luz… pero si necesitas medicinas, no hay, y si hay, no es para ti”.
Tanto Carlos como Carmen coinciden en la hospitalidad del pueblo colombiano y de los propios venezolanos que hacen el recorrido. “Los venezolanos que tienen trabajo nos ayudan y yo haré lo mismo con todo aquel que lo necesite”, recalca. Tampoco se olvida de Cáritas: “Nos han dado un techo donde dormir y nos han alimentado, que es lo más importante, porque el hambre es el enemigo de uno y en Venezuela se pasa hambre”.