Intensa agenda la del papa Francisco en su último viaje por África (Mozambique, Madagascar e Islas Mauricio) con encuentros con las autoridades, con la sociedad civil, con la Iglesia local y con los trabajadores. En los tres países ha vuelto a poner de manifiesto el valor del trabajo en relación con la construcción de la paz, la defensa del bien común y el respeto a la dignidad de la persona.
En un primer momento, situó en el debate sus famosas 3T, tierra, techo y trabajo, como si quisiera sentar las bases de su posteriores mensajes, como si considerara conveniente recordar los pilares de la justicia, de la cohesión social y de la paz. “¡Que no cesen los esfuerzos hasta que deje de haber niños y adolescentes sin educación, familias sin techo, operarios sin trabajo, campesinos sin tierra; bases de un futuro de esperanza porque es futuro de dignidad! Estas son las armas de la paz”, pidió a autoridades, la sociedad civil, el cuerpo diplomático de Mozambique.
Actividades generadoras de riesgo
A los mismos protagonistas, en Madagascar, les emplazó a “crear empleos y actividades generadoras de ingresos, que preserven el medio ambiente y ayuden a las personas a salir de la pobreza. Francisco habla de un trabajo que favorezca el desarrollo real inclusivo, sostenible y solidario. En Mauricio, les exhorta, a promover «una política económica orientada hacia las personas y que sepa privilegiar una mejor distribución de los ingresos, la creación de oportunidades de empleo y una promoción integral de los más pobres», pero también a practicar la cultura del encuentro con los trabajadores inmigrantes, asumiendo «el desafío de dar la bienvenida y proteger a los migrantes que vienen hoy para encontrar un trabajo y, para muchos de ellos, mejores condiciones de vida para sus familias. (…) que permita a los migrantes —y a todos— ser reconocidos en su dignidad y derechos”.
Entre los obispos de Madagascar, insistió, una vez más, en que “el anuncio del evangelio incluye de suyo la preocupación por toda forma de pobreza”, por lo que les pidió colaborar con la sociedad civil, no solo “asegurar a todos un ‘decoroso sustento’, sino también para que tengan ‘prosperidad sin exceptuar bien alguno’. Esto implica educación, acceso al cuidado de la salud y especialmente trabajo, porque en el trabajo libre, creativo, participativo y solidario, el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida. El salario justo permite el acceso adecuado a los demás bienes que están destinados al uso común” (EG, 192).
Por debajo de la pobreza
El trabajo es fundamental para comprender su pontificado. Hay quienes pensamos que se ha convertido en la clave que explica su magisterio. No es para menos, si tenemos en cuenta que es determinante para la inclusión social de los pobres. En África el 86% del empleo es informal (OIT), el 46,1% de la población mozambiqueña vive por debajo de la pobreza; el 70,7%, en Madagascar (Banco Mundial).
Francisco acompaña y muestra su cercanía con quienes más sufren y para quienes la alegría del Evangelio es fundamento de esperanza, de paz y de futuro. Por eso ora con ellos, como hizo en el encuentro de oración con los trabajadores de la cantera de Mahatzana, para que la dignidad y la alegría compartida de “ganarse el pan” venga especialmente de cada trabajador, de cada trabajadora.
«Haz que el fruto del trabajo
les permita asegurar dignamente la subsistencia de sus familias.
Que encuentren en ellas, cada noche, calor, descanso y aliento,
y que juntos, reunidos bajo tu mirada,
conozcan la auténtica alegría.
Que nuestras familias sepan que la alegría de ganarse el pan
es plena cuando ese pan se comparte;
que nuestros niños no sean forzados a trabajar,
puedan ir a la escuela y perseverar en sus estudios,
y sus maestros ofrezcan tiempo a esta tarea,
sin necesitar de otras actividades para el sustento cotidiano».