Riesgo de gota fría en Añastro


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Fuerte tensión interna. Es el diagnóstico de un destacado eclesiástico sobre la situación de la Iglesia. Pero no a nivel global, lejos de aquí, donde a Francisco se le amontonan los críticos en Alemania, en Estados Unidos, a tiro de piedra de Santa Marta, donde solo le falta una sentada de los indignados del Pontificio Instituto Juan Pablo II para la Familia y los amigos, bueno, esto último no, que tienen mal enfado.

Y las cosas no tienen pinta de mejorar, en vísperas de un Sínodo panamazónico que amenaza con llevar los incendios de la región al aula sinodal o a sus inmediaciones, toda vez que en su preparación se han abierto cortafuegos.

No, no, la tensión también está aquí, en una Iglesia que va consiguiendo pasar desapercibida, para bien, en medio de la sociedad, pero a costa de acumular resabios que pueden desembocar en primavera, tiempo de elecciones episcopales, en una gota fría de descontentos.

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Ya se está empezando a formar una depresión atmosférica en niveles altos del cielo jerárquico de la que, quizá, podamos ver algún fuerte y puntual aguacero en breve, preludio del chaparrón que puede caer más adelante si alguien osa traspasar aquella línea de sombra de la que hablaba Joseph Conrad y tomar la voz cantante del hasta aquí hemos llegado.

Los predicciones meteorológicas de los indignados son escuchadas. Y Francisco lo sabe. Incluso hubo quien fue a recitárselas a la cara y volvió con la suya colorada. Y es que, aunque no siempre funciona, la presión que antes no tenían que ejercer, porque todo se cocinaba en el mismo horno, es ahora descarada. La inquina no va hoy contra los de fuera, sino contra los de dentro. Miedo en las capas altas de la atmósfera. Es la revuelta de los patanegra.

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