Este domingo comienza en Roma la Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para la región panamazónica. Ante la realidad de la Amazonía y las implicaciones de delinear “nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”, no es poco lo que está en juego.
Lo saben los nueve países que comparten el bioma panamazónico. En el caso de Brasil, las políticas del gobierno de Jair Bolsonaro y las tensiones internas se han hecho sentir en el camino de preparación al Sínodo.
Para el teólogo capuchino Vanildo Zugno, docente de la Escuela Superior de Teología y Espiritualidad Franciscana de Porto Alegre, es claro que “con o sin Bolsonaro el Sínodo acontecería”. Sin embargo, Zugno analiza el escenario brasileño de cara al acontecimiento eclesial.
El Sínodo como punto de convergencia
Pregunta.- ¿Qué representa el Sínodo para la Iglesia brasileña, sobre todo en la actual coyuntura nacional?
Respuesta.- El Sínodo es un evento eclesial e, independientemente de la coyuntura que se vive en Brasil, es un camino de Iglesia que va más allá de las circunstancias y de las personas. Siempre es bueno recordar que el Sínodo es Panamazónico, es decir, abarca todos los países y pueblos del bioma amazónico. Cada país tiene su propia historia y su momento propio y, al mismo tiempo, comparte esta realidad común que estará en el foco de atención.
Sin embargo, para el caso de Brasil el Sínodo es un contrapunto al proyecto totalitario en vías de implantación. Como todo proyecto de corte fascista, el actual grupo que gobierna el país pretende la estandarización de todas las diferencias –bajo la influencia del mercado– donde todo y todos sean transformados en productos. En este proyecto, los diferentes, las minorías, los otros y las otras de la sociedad, no tienen lugar.
Como varias veces ha dicho el actual ocupante del Palacio de Planalto: “las minorías deben inclinarse ante las mayorías”. Y el proyecto del Sínodo es todo lo contrario. El Sínodo es un camino para escuchar a las minorías y buscar la convivencia en la diversidad, para que no haya más ‘minorías’ o ‘mayorías’, sino una sociedad de personas y pueblos hermanos. Y como espacio vital, el Sínodo incluye el ecosistema amazónico que debe ser respetado no solo como útil para los humanos, sino como un valor en sí mismo, porque es obra del Creador.
Compromiso Vs. complicidad
P.- ¿Qué está en juego en este sínodo?
R.- El Concilio Vaticano II nos invitó a pensar en la Iglesia como sacramento o signo e instrumento del Reino de Dios. En el Sínodo, es esta comprensión de Iglesia lo que está en juego. Lo decisivo que esperamos que se piense y encamine en el Sínodo y desde el Sínodo, es si la Iglesia Católica Apostólica Romana profundiza su compromiso con la defensa de la vida de las personas, los pueblos y la creación de esta porción de la humanidad y el planeta, o si continúa como espectadora y, en no pocos casos, como cómplice de proyectos de muerte.
La Amazonía está siendo asesinada y los pueblos que en ella viven no sobrevivirán a su muerte. Y no solo los que viven en ella, sino todos los que directa o indirectamente, usufructúan de los beneficios de la Amazonía. Si salimos del Sínodo sin una posición clara y la decisión de comprometernos con una propuesta alternativa de economía, política, cultura y convivencia con la creación, cuanto surja una próxima oportunidad para hacerlo, tal vez ya sea muy tarde y no haya más Amazonía.
Un Sínodo al nivel del Vaticano II y de Medellín
P.- Mucho se ha dicho de la ‘contraofensiva’ de Bolsonaro frente al Sínodo…
R.- Como dijimos al inicio, el Sínodo es un evento eclesial y Panamazónico, y se han tomado medidas para que las tensiones políticas que vive la sociedad brasileña, no interfieran con el proceso.
Pero, por supuesto, el Sínodo propone un camino cristiano, mientras que el gobierno actual, incluso usando un lenguaje religioso cristiano, defiende de hecho un proyecto materialista, idólatra, que propone sacrificar la vida de las personas y de la creación, en beneficio del dios-mercado y del dios-dinero.
Más que una posible interferencia del gobierno brasileño y sus articulaciones internacionales en el aula sinodal, lo que me preocupa es la recepción del Sínodo en la Iglesia y en la sociedad brasileña. Lamentablemente, debemos señalar que muchos católicos, en el contexto de los problemas planteados durante el proceso sinodal, sustituyen la fidelidad al Evangelio, a la Iglesia y al Papa, por la fidelidad a sus intereses personales y de clase.
El Sínodo, sin duda, será un ‘divisor de aguas’ en la vida de la Iglesia en América Latina y quizás en el mundo, en proporciones semejantes al Vaticano II y a la Conferencia de Medellín. Que el Espíritu le dé a la Iglesia y a cada cristiano la fuerza y el coraje para avanzar en el camino del Reino de la vida en Jesucristo.