A propósito de la última entrada en este blog sobre la Biblia y los tatuajes, un amable lector escribía: “Solo os falta investigar lo que dice la Biblia sobre los buñuelos de calabaza”. Por si fuera una sugerencia, debo decir casi con seguridad que la Biblia no habla de los buñuelos de calabaza, pero sí de calabazas.
Es verdad que la mención de la cucurbitácea en cuestión tenía lugar en la traducción griega de la Biblia hebrea llamada de los Setenta (LXX). Con ella se vertía una palabra hebrea (‘qiqayon’) que aparece en el libro de Jonás y que, con el tiempo, nadie sabía ya traducir. El texto es el de la célebre planta que el Señor hace crecer para que se cobije el profeta (Jon 4,6).
Los judíos fomentaron otras versiones griegas distintas de los LXX, habida cuenta de la utilización de esta por parte de las comunidades cristianas. Así, en alguna de ellas (la conocida como de Áquila), ese ‘qiqayon’ no se tradujo por “calabaza”, sino por “hiedra”, que a su juicio se ajustaba más a una planta frondosa y de crecimiento rápido, como sugiere el texto bíblico.
Cuando san Jerónimo, teniendo en cuenta las versiones hebrea y griega, tuvo que traducir el texto bíblico al latín –la Vulgata–, le pareció mejor la traducción de Áquila que la de los Setenta, de modo que puso “hiedra” en el pasaje de Jonás.
Y, según parece, esto causó algún que otro conflicto, ya que las comunidades cristianas estaban acostumbradas a las palabras de los LXX (en griego o ya en antiguas traducciones latinas). Probablemente refiriéndose al episodio de Jonás, san Agustín llegará a advertir a san Jerónimo en una carta sobre el cuidado que hay que tener al traducir el texto bíblico, ya que se había producido algún altercado a ese respecto en alguna Iglesia cercana a Hipona.
El conflicto entre “calabaza” o “hiedra” se resolverá, finalmente, en el siglo XVI, cuando Benito Arias Montano sugiera que mejor sería traducir ‘qiqayon’ por ‘ricino’. Así, a partir de entonces, todas las Biblias en español identifican el ricino como la planta bajo la que se cobijó el profeta Jonás a las afueras de Nínive.
De esta manera, podemos decir, para tranquilidad de aquel amable lector, que buñuelos de calabaza no hay en la Biblia, aunque calabazas, alguna hay.