Desde el punto de vista personal, para ser solidario, para lograr ser responsable de lo que queremos y de nuestros actos, se precisa realizar un esfuerzo por ser una persona autónoma. Es decir, alguien que sea coherente entre lo que piensa y lo que hace. Porque con frecuencia nos encontramos ante muchas personas heterónomas, es decir, que sus actos no vienen determinados por su conciencia, sino por aquellas normas que les imponen o les sugieren otros.
Su manera de comportarse no es algo propio, algo que surge de su ser y de su naturaleza, sino un modo de hacer las cosas que se ajusta a lo que le indican sus amigos o amigas, sus familiares, la sociedad en su conjunto, la empresa en la que trabajan, la asociación a la que pertenece, etc.
Se trata de personas que no son coherentes con lo que piensan sino con lo que otros les dicen que es lo adecuado. La verdadera solidaridad necesita, sin embargo, de personas autónomas, que no tomen decisiones siguiendo las modas, porque lo hacen los demás o porque se ven presionadas. La opción solidaria necesita de la madurez y la autonomía de la persona que es coherente entre sus pensamientos y sus actos, de la persona que se responsabiliza de aquello que hace y está dispuesta a asumir sus responsabilidades.
La segunda implicación de la solidaridad es la capacidad de diálogo. Porque el diálogo con el otro refleja una actitud de apertura ante la realidad de la otra persona, un anhelo firme y real de comprender qué te transmite el otro. El diálogo precisa de esa disposición a dejarse interpelar por el otro a estar abierto a cambiar si lo que el otro me dice me convence.
El diálogo precisa de capacidad de escucha. Esta capacidad va más allá de lo que se oye, para intentar interiorizar lo que el otro me dice, comprender cuáles son sus puntos de vista. La escucha implica capacidad para empatizar con el otro, para hacer propios los argumentos de aquel con quien conversamos.
La persona solidaria, la sociedad solidaria, debe ser dialogante, debe tener capacidad de escucha, debe estar interesado en los argumentos del otro para ser capaz de dejarse transformar por ellos en la medida que le convenzan. Las personas que no saben dialogar y escuchar al otro, difícilmente van a poder ser solidarias. Ambas son precisas para hacer realidad la solidaridad.