El Premio Nobel de Economía de este año 2019 ha sido otorgado a Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer por su aproximación experimental al alivio de la pobreza global. En el anuncio del galardón el pasado octubre se destacaron los programas de tutorización en escuelas ideados por los premiados, de los que se ha beneficiado a más de cinco millones de niñas y niños en países como la India. Banerjee y Duflo son cofundadores del (Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab) J-PAL en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) en el 2003. Ese laboratorio tiene la misión de reducir la pobreza garantizando que las políticas públicas estén informadas por evidencia científica.
Que la economía de la exclusión cambie su rumbo
Desde la investigación han llevado a cabo evaluaciones aleatorias de programas y políticas innovadoras con el objetivo de identificar qué funciona en materia de reducción de la pobreza. En sus trabajos tratan de identificar qué aspectos pueden hacer superar el umbral de la carencia. Así en algunas circunstancias el problema no es tanto que los niños no tengan libros, sino que estos no son pertinentes, o que el aumento de la asistencia a la escuela no es por falta de dinero o docentes sino porque hay un problema de salud o de higiene que está afectando a los estudiantes.
El otorgamiento del Premio Nobel para estos investigadores rescata la necesidad de tener una ciencia al servicio de la humanidad. Todos los esfuerzos deben redoblarse para que la economía de la exclusión cambie su rumbo, la aproximación experimental tiene mucho que aportar al ir a fondo en introducir ciertas medidas que son capaces de cambiar tendencias en las políticas sociales. Las grandes recetas macroeconómicas no son suficientes cuando hay un puñado de gente que sigue teniendo barreras de acceso a los servicios más básicos. Hay que dedicarse a hacer economía más cercanamente: contexto a contexto, comunidad a comunidad; persona a persona.
A veces se requiere poco para devolver la esperanza, nos dice el papa Francisco en su discurso de la Jornada Mundial de los Pobres en noviembre pasado, “basta con detenerse, sonreír, escuchar. Los pobres son personas a las que hay que ir a encontrar: son jóvenes y ancianos solos a los que se puede invitar a entrar en casa para compartir una comida; hombres, mujeres y niños que esperan una palabra amistosa”. Y recuerda nuestro compromiso cristiano: “la Iglesia, estando cercana a los pobres, se reconoce como un pueblo extendido entre tantas naciones cuya vocación es la de no permitir que nadie se sienta extraño o excluido, porque implica a todos en un camino común de salvación”.
La historia de los economistas galardonados con el Premio Nobel este año, representa una apuesta por buscar soluciones a niveles micro para escalarlos a un nivel que todavía funcione. Es atreviéndose a experimentar nuevas soluciones con cambios constantes como respondemos a los retos complejos. Encarar la pobreza requiere de la ciencia, de la creatividad, de los recursos y mucho más de la voluntad política, este es un trabajo que se debe hacer con las principales personas afectadas.