"Los seminaristas, hombro con hombro se agarraron de las manos, y dijeron: 'Todos somos hermanos, hijos de un mismo Dios y también de un mismo país, Burundi'. Los guerrilleros buscando romper su resistencia a la denuncia amenazaron con destrozarlos. Ellos se mantuvieron firmes. La masacre vino entonces, con ráfagas de fusil y con una granada"