Al celebrar la misa en la Basílica de Guadalupe de la Ciudad de México, como parte de la 53 Jornada Mundial de la Paz, el nuncio apostólico en el país, Franco Coppola, aseguró que el deseo de paz está profundamente inscrito en el corazón del hombre, por lo que llamó a no resignarse a nada menos que esto.
Ante miles de fieles que como todos los años acuden al inicio del año a encomendarse a la Virgen de Guadalupe, el representante del papa Francisco apuntó que la única manera de construir un camino de paz y reconocimiento mutuo, y acabar con la dinámica de desconfianza que prevalece actualmente, es una verdadera fraternidad basada sobre el origen común en Dios y ejercida en el diálogo y la confianza recíproca.
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Consideró que “la guerra nace en el corazón del hombre por el egoísmo y la soberbia, por el odio que instiga a destruir, a encerrar al otro en una imagen negativa, a excluirlo y eliminarlo. La guerra se nutre de la perversión de las relaciones, de las ambiciones hegemónicas, de los abusos de poder, del miedo al otro…”.
Hacia una conversión ecológica
Por otra parte, tras denunciar la falta de respeto por el bien común y por la naturaleza, Coppola evidenció la necesidad de una conversión ecológica para alcanzar una “relación pacífica entre las comunidades y la tierra, entre el presente y la memoria, entre las experiencias y las esperanzas”.
“Además –añadió- necesitamos un cambio en las convicciones y en la mirada, que nos abra más al encuentro con el otro y a la acogida del don de la creación, que refleja la belleza y la sabiduría de su Hacedor”.
“De aquí surgen, en particular, motivaciones profundas y una nueva forma de vivir en la casa común, de encontrarse unos con otros desde la propia diversidad, de celebrar y respetar la vida recibida y compartida, de preocuparse por las condiciones y modelos de sociedad que favorecen el florecimiento y la permanencia de la vida en el futuro, de incrementar el bien común de toda la familia humana”.
En síntesis –señaló el diplomático- la conversión ecológica a la que apelamos nos lleva a tener una nueva mirada sobre la vida, considerando la generosidad del Creador que nos dio la tierra y que nos recuerda la alegre sobriedad de compartir.
“Esta conversión debe entenderse de manera integral, como una transformación de las relaciones que tenemos con nuestros hermanos y hermanas, con los otros seres vivos, con la creación en su variedad tan rica, con el Creador que es el origen de toda vida”.