Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Las luces de Navidad son un regalo


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Los primeros días de Navidad pasé por la plaza de mi pueblo para ver las luces que habían puesto allí este año. Una caja roja gigante, con su cinta blanca envolviéndola y su lazo dorado formando un artístico nudo sobre ella reinaba en su centro. Entonces surgió en mí una iluminación y lo vi claro, la Navidad es eso ¿no? Comprar, ofrecer regalos, consumir… Eso es lo principal de la fiesta y por eso en mi pueblo lo celebramos con estas luces.



Porque ¿Qué hay más representativo de estas fiestas que un paquete de regalo?  Esa caja que puede contener cualquier cosa que te ilusione, que te pueda sorprender, que te de una alegría. Esa caja que está esperando a que estires de su lazo y la desempaques para descubrir la sorpresa que esconde en su interior. Esa caja que oculta esa compra que realizamos pensando en el otro, en ofrecerle algo que le pueda gustar. Esa caja que contiene la verdadera magia de la Navidad.

Luces de Navidad, forma regalo

Porque la Navidad no ha perdido su sentido, no ha sido desposeída de sus valores, no ha pasado a ser algo abstracto o neutro respetuoso con todos los modos de pensar, sino que ha pasado a tener otro sentido y otros valores claros que intentan ser universales y para todos: los valores mercantiles.

Lo importante de la Navidad es que es un tiempo para comprar, para que la economía funcione y se produzca más y más. Las tiendas se engalanan, las calles comerciales se iluminan de manera especial, y los lugares principales de las ciudades y pueblos se llenan de motivos comerciales.

Así, cuando acaba la Navidad ya entrado el invierno las calles se ven más tristes: la fiesta de guardar de la religión economicista finaliza. Pero no hay mucho tiempo para descansar entre celebración y celebración, porque a la vuelta de la esquina está las rebajas, otro motivo festivo para volver a salir a las calles y centros comerciales a comprar nuevos productos.