Mañana se cumplen diez años del terremoto que destruyó Haití el 12 de enero de 2010. Pensando en esa tragedia, me vienen en la cabeza varias imágenes de lo que hemos vivido después de ese triste día y que me hacen recordar estos dos proverbios haitianos: “No bota tu viejita caldera porque tienes una nueva” y “amigos de lejos son como dinero guardado en un lugar seguro”.
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Después del terremoto, acudieron muchísimas organizaciones humanitarias. Algunas, con buena intención de ayudar; otras, para aprovecharse. En ese caos de destrucción y de asistencia, la realidad es que muchas organizaciones haitianas fueron debilitadas. Algunas, por las pérdidas de vidas y de bienes; otras, porque miembros importantes de su personal renunciaron para ir a trabajar con organizaciones humanitarias recién llegadas, que les ofrecieron mucho más de lo que ganaban con ONG locales. Poco a poco, cuando se agotó la ayuda humanitaria, la mayoría de esas organizaciones se marcharon. Se quedaron pocas, aunque la situación en Haití no mejoró mucho.
Las distintas crisis políticas en estos años se han alternando con el deterioro del medio ambiente, percibiéndose las consecuencias de los cambios climáticos. Todos estos factores nos han dañado mucho. Conozco a varias ONG locales que nunca han podido volver a su situación anterior y que fueron obligadas a cerrar sus puertas.
Con los niños esclavos
En el Hogar Maurice Sixto [donde trabajan con los ‘restavec’, niños que viven como esclavos domésticos en las familias que les acogen] la situación también ha sido muy dura. El local del centro fue destruido en el terremoto, pero, por suerte, ningún niño o miembro del equipo perdió la vida. Sin embargo, alrededor de nosotros hubo muchos muertos, muchas destrucciones. Todo el personal fue muy solidario y casi todo el mundo se quedó trabajando con los niños.
En la tragedia, hemos recibido el apoyo de organizaciones solidarias. La mayoría, de la Iglesia, ya nos conocían antes y han tenido con nosotros muchos gestos de compasión y fraternidad. Son entidades eclesiales de dentro y fuera de Haití, como Manos Unidas, de España; Developpement et Paix, de Canadá; Secours Catholique, de Francia… Todas ellas, y otras más, nos apoyaron para construir la nueva sede del Hogar Maurice Sixto.
Apoyo psicológico
Otra organización solidaria con nosotros ha sido Terre des Hommes, de Ginebra, que nos ha ayudado con programas de apoyo psicológico para los niños, así como con otros de alimentación y de educación. Nunca nos han abandonado. Gracias a todos ellos, hemos podido seguir acompañando a las niñas y niños, con actividades como el programa de aprendizaje de música.
En este décimo aniversario del terremoto, aunque la situación sigue siendo muy difícil, damos gracias a Dios por su amor, por nuestra vida y por la energía que nos ha dado para seguir trabajando con los niños.
Colette Lespinasse es colaboradora del Hogar Maurice Sixto