El coitus interruptus es un “mal menor” en comparación con el uso de condones. Y es que, al menos, es menos dañino con el medio ambiente. Así al menos lo ha defendido el arzobispo de París, Michel Aupetit quien, tal como matiza Libèration, es médico de profesión.
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Esto realmente no significa una apertura por parte del prelado a este tipo de prácticas de contracepción, pero sí las ha defendido en comparación con otras. De esta manera, en el pequeño libro que acaba de publicar ‘Humanae vitae, una profecía’, basado en la encíclica homónima de Pablo VI, parece romper una lanza por el coitus interrumptus antes que por la píldora anticonceptiva, por ejemplo.
El problema de la píldora
La encíclica ‘Humanae vitae’ fue el primer documento pontificio donde se trató un tema tan controvertido como este y, ya en el momento de su publicación en 1968, el texto de Montini, causó un gran desacuerdo – sobre todo entre las católicas – ya que prohibía la píldora. También Aupetit recupera la crítica contra los métodos hormonales porque, según él, “desresponsabiliza a los hombres del embarazo de sus parejas”.
“Nuestros padres y, especialmente, nuestros bisabuelos practicaron el coitus interruptus, ciertamente más difícil pero más ecológico”, escribe el arzobispo en el libro. Sin embargo, el apoyo a esta práctica resulta algo sorprendente, ya que desde el siglo XIII, con santo Tomás de Aquino, ha estado condenada por la Iglesia católica en nombre del crimen de Onán, el cual, tal como apunta el diario francés, no solo está limitado a la masturbación sino también a esta práctica “más ecológica”.