Las rogativas siempre han formado parte de la piedad popular. El directorio que el Vaticano publicó al respecto en 2002 pone el ejemplo de san Gregorio Magno y su impulso en la organización de “procesiones, estaciones y rogativas, unas estructuras que respondan a la sensibilidad popular, y que al mismo tiempo estén claramente en el ámbito de la celebración de los misterios divinos” (núm. 27).
Por ello, ante la incertidumbre del nuevo virus, Vida Nueva repasa algunos de los intercesores tradicionalmente relacionados con las epidemias de todo tipo.
San Roque, el peregrino franciscano
Un intercesor clásico en temas de “pestes” en san Roque de Montpellier, el peregrino del Tercera Orden de san Francisco, es representado con un perro que lleva un pan en la boca y mostrando las llagas recuerdan su peregrinaje por toda Italia curando a los enfermos de la peste. Por ello es el protector de hospitales y cofradías dedicados al cuidado de las epidemias. Son tantos los pueblos que están bajo su patrocinio que es el protector habitual de peregrinos, enfermeros, cirujanos –además de los perros–.
San Quirino de Neuss, remedio frente a la viruela
Aunque martirizado en la vía Apia romana, la población alemana de Neuss acogió las reliquias de san Quirino. Además de las crónicas de la muerte de este tribuno romano, tradicionalmente se le aplican algunos milagros relacionados con la peste bubónica y la viruela –patronazgo que comparte con san Matías–.
San Antonio abad, algo más que protector de los animales
San Antón es una institución en lo que a monacato primitivo y primeros compases de la vida religiosa se refiere. Este ermitaño que llegó a los 105 años de edad, según la tradición, además de ser el protector de los animales es el patrón de los afectados por enfermedades infecciosas. A él se dirigen los amputados, los tejedores de cestas, los fabricantes de cepillos, carniceros, enterradores, porquerizos… Entre las infecciones relacionadas con las súplicas a san Antonio está los eczemas, la epilepsia, la erisipela y las enfermedades de la piel en general.
Frente a las pandemias, san Edmundo mártir
Un clásico en la ayuda contra las pandemias es el rey inglés san Edmundo, mártir del siglo IX. Su devoción está presente en las iglesias católica, ortodoxa y anglicana. La defensa de su fe llevó a la muerte a este sajón tras la invasión de los daneses. Ferviente admirador de los salmos, que recitaba de memoria, protege no solo de las pandemias, sino también de la peste y ayuda a las víctimas de la tortura.
Damián de Molokai y Luis Variara, ayuda frente a la lepra
El mensaje de Jesús y su cercanía a los leprosos lo representa de forma existencial san Damián de Molokai. Patrón de los leprosos, de la enfermedad de Hansen, este misionero de los Sagrados Corazones belgas se entregó completamente al cuidado en la isla que ha pasado a ser parte de su nombre, en Hawai. Elegido “belga más grande de todos los tiempos” es implorado por leprosos y enfermos de SIDA.
Encomiable es la dedicación, en Colombia, del salesiano Luis Variara. Declarado beato por Juan Pablo II consiguió que enfermas de lepra formasen parte de una congregación religiosa por primera vez, las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Su compromiso en un leprosorio le costó enfrentarse a su institución y a la sociedad, pero su entrega no fue en balde.
Pensando en los posibles transmisores del contagio –parece que el coronavirus proviene de un murciélago–, el mártir san Trifón protege con los chinches, los roedores y las langostas. Además, también santa Teresa combatió los piojos y los chinches a base de coplillas al ‘Cristo de los piojos’.