Por segunda semana consecutiva, el Papa tuvo que celebrar la habitual audiencia general del miércoles dentro de la biblioteca del Palacio Apostólico por culpa del coronavirus. En su alocución, que se podía seguir en directo a través de los medios de comunicación, invitó a los fieles a rezar “especialmente” por las víctimas de la pandemia.
Al final de la audiencia, en la que las sillas de Francisco y de los sacerdotes que tradujeron su catequesis a los distintos idiomas estaban separadas para mantener una distancia mínima que evite los contagios, Jorge Mario Bergoglio se olvidó por un momento de las recomendaciones de seguridad y estrechó la mano de sus colaboradores.
En su alocución, el Pontífice aprovechó para hacer una particular solicitud a San José, del que mañana se celebra su festividad. “Le pedimos que custodie en modo especial a nuestras familias, a los enfermos y a las personas que les están curando: médicos, enfermeros, enfermeras y voluntarios, que se juegan la vida”.
“Serán ‘misericordiados’”
La catequesis estuvo dedicada a la quinta bienaventuranza, que dice: “Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. “Tiene la particularidad de ser la única en la que la causa y el fruto de la felicidad coinciden: la misericordia”, dijo el Papa, insistiendo en que quienes “ejercitan la misericordia encuentran misericordia”, pues “serán ‘misericordiados’”.
Francisco insistió en esa “reciprocidad” al señalar que hay dos elementos que no pueden separarse: “el perdón dado y el recibido”. “Hay muchas personas que están en dificultad y no son capaces de perdonar. Muchas veces el mal recibido es tan grande que ser capaz de perdonar parece como escalar una montaña altísima. Se piensa que no se puede. La reciprocidad de la misericordia indica que necesitamos darle la vuelta a la perspectiva. Solos no podemos, necesitamos la gracia de Dios, debemos pedirla”, dijo.
Todos deficitarios
Todas las personas son “esencialmente deudoras”, por lo que necesitan “encontrar misericordia”. “Todos estamos en déficit en la vida”, destacó el Pontífice improvisando sobre el texto que tenía preparado. “Sabemos que, aunque no hayamos hecho el mal, siempre le falta algo al bien que podríamos haber hecho. ¡Pero justo esa pobreza nuestra se convierte en la fuerza para perdonar!”.
La misericordia no es una “dimensión entre otras” de la vida cristiana, sino que está en el “centro del cristianismo, y es la meta de todo camino espiritual; es uno de los frutos más bellos de la caridad, que nos hace libres y felices”. Es, en definitiva, el “aire que respiramos”, porque cualquier persona es “demasiado pobre para poner las condiciones” y todos “necesitamos perdonar, porque necesitamos ser perdonados”.