Parece que se nos ha venido el mundo encima. Mejor dicho, parece que el mundo que conocíamos se nos ha venido abajo. Nuestras actividades diarias, nuestras relaciones, nuestras aficiones, todo ha cambiado de la noche a la mañana. Y por eso han surgido voces e iniciativas que pretenden ayudar a que pasemos estos días no solo de la mejor manera posible, sino incluso que los podamos aprovechar para crecer como personas.
- Consulta la revista gratis durante la cuarentena: haz click aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
- Toda la actualidad de la Iglesia sobre el coronavirus, al detalle
Una de esas iniciativas es la de recuperar una de las instituciones más conocidas del Antiguo Testamento, la del sábado (me consta que Mariola López Villanueva ya ha hablado de esto). La palabra “sábado” y la institución correspondiente hunden sus raíces, en último término, en un verbo hebreo (‘shabat’), que quiere decir “descansar, cesar”. Aparece en la Biblia por primera vez en el libro del Génesis, cuando Dios, una vez acabada la creación, descansa de la obra que había hecho el día séptimo (Gn 2,2).
Guardar el sábado figura como uno de los mandamientos, el cuarto según el judaísmo y algunas confesiones cristianas, el tercero según el catolicismo y el luteranismo. En todo caso, de lo que se trata es de “santificar” el sábado dedicándoselo a Dios. Para ello se limitan las actividades humanas que se pueden hacer ese último día de la semana. La tradición judía mencionará 39 de esas actividades que está prohibido desarrollar en sábado.
Una doble justificación
La justificación para el día de descanso que ofrece la Biblia es doble. Una la encontramos en el libro del Éxodo (20,8-11): hay que guardar el sábado para parecerse a Dios durante la creación (una finalidad con tintes litúrgicos), y otra en el del Deuteronomio (5,12-14), donde se apela a la estancia de Israel en Egipto como esclavos (por tanto, con una tonalidad más bien ética).
En todo caso, la idea del sábado es que el ser humano cese en sus actividades habituales para vincularse más estrechamente a Dios y su obra, que no es otra que la generación de la vida (creación) y la liberación (Éxodo). La cuarentena puede ser una magnífica oportunidad para hacer de ella un gran tiempo sabático.